Las cuentas de la pirámide aplicadas a la IA y el desempleo

Ya sabéis que yo suelo llamar la cuenta de la pirámide a esa en la que mucho por mucho es igual a muchísimo, sin que nadie se tome la menor molestia es cuantificar el tema del que se habla. Hay montones de casos, todos sospechosos, de esa extraña aritmética, y no voy a volver a ellos, porque se desvía el asunto, y de lo que se trata es de hablar de inteligencia artificial y empleo.

El debate, de momento, está en qué parte del empleo eliminará el desarrollo de la inteligencia artificial, y tengo la impresión de que los argumentos empleados acaban enfrentando a maximalistas que hablan de todo o nada, sin pararse a pensar cómo funcionan los procesos de sustitución.

En el momento actual, o hasta hace seis meses, la IA eliminaba algunos empleos menos de los que creaba. Alimentar esa tecnología, desplegarla y llevar a producción, necesita más mano de obra de la que sustituye. Más o menos hasta marzo, por lo que he leído. Sobre ese momento, la cosa se igualó, y en estos momentos, medio año después, elimina unos pocos empleos más de los que crea. Llegados a este punto, es importante hablar del DONDE, porque el caso es que los lugares donde crea los empleos y los lugares donde los destruye, no son necesariamente los mismos, ni a nivel geográfico ni a nivel de escalas de cualificación. En estos momentos se está destruyendo empleo en la baja cualificación y se crean en la alta.

A medida que madure el conocimiento de las aplicaciones IA y su despliegue, aumentará la destrucción de empleo y se reducirá la creación. Este proceso ya se ha iniciado y llevará aún algún tiempo..

Por lo tanto, la cuestión será gradual, y se habla de que la IA puede destruir, en neto, alrededor de un 1% del empleo anualmente, con un techo difícil de precisar.

Un 1% no parece mucho, pero en España supone alrededor de 230.000 personas al año. En cuatro años, eso vendría a ser casi un millón de parados. De todas maneras, la cifra me parece demasiado alta, aunque se alegue que se incluye en ella a los desempleados indirectos, o sea, a los que perderán su empleo al desaparecer la demanda de diversos bienes y servicios de los desempleados directos.

Un 1% anual no es el Apocalipsis en directo, pero muy bien podría suponer un desastre en diferido. La ventaja es que nos da tiempo a adaptarnos, aunque no mucho. La desventaja es que le echaremos la culpa a cualquier cosa, y se radicalizará aún más la vida diaria. Todo un reto.