El proceso arranca con la trituración y clasificación de la chatarra. Se separan los distintos materiales hasta aislar el aluminio, fase crítica para garantizar calidad. En la segunda etapa, el metal se funde y recupera su estado sólido en forma de tocho, listo para alimentar las líneas de extrusión. El producto final es un lingote de hasta 7 m de longitud, con diámetros entre 153 y 305 mm, diseñado para integrarse sin fricciones en los procesos industriales existentes, clave para que el reciclaje deje de ser excepción y pase a ser la norma.