Atrás quedaron los días en que Google, Apple, Meta y Netflix eran los destinos soñados para los trabajadores del sector de la tecnología, y ofrecían grandes salarios, exuberantes campus corporativos y culturas de trabajo que promovían la libertad de discurso y acción. Ahora las gigantescas empresas se han convertido en grandes burocracias. Aunque muchas de ellas siguen ofreciendo comida gratis y pagan bien, no tienen reparos en recortar puestos de trabajo, imponer la asistencia obligatoria a la oficina y reprimir el debate entre los empleados.
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