Se convirtió en práctica habitual el recoger la orina de los pacientes tratados con penicilina hasta cuatro horas tras la toma para cristalizarla y extraerla para proporcionársela a un nuevo paciente. La necesidad surgió de la mera carencia: hacia 1943 sólo se había logrado fabricar suficiente penicilina para tratar de modo efectivo a 100 pacientes, y esto reciclando la droga de la orina. Hacia 1944 un enorme esfuerzo de industrialización consiguió fabricar millones de dosis para cubrir el Desembarco de Normandía.
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