En nombre de la supervivencia de la cultura se le llama delincuente a aquel que se descarga un concierto, se cierran páginas, y se infiltran espías en bodas, bautizos y comuniones. Para comprender cómo se ha llegado a semejante disparate hay que tener claro el funcionamiento de la llamada industria audiovisual, cómo interactúan sus diferentes órganos entre sí, qué le ofrece al sistema y por qué ese sistema ha decidido apoyarla de una manera tan ciega que no duda en legislar cualquier barrabasada que se le ponga en las narices.
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