Por cada europarlamentario que trabaja en políticas públicas desde Estrasburgo o Bruselas, hay más de 20 “representantes de intereses” (‘lobistas’) cuyo trabajo es condicionar sus decisiones políticas. Tienen acreditación para trabajar desde dentro de las sedes del Parlamento Europeo y la Comisión y comparten vida con funcionarios y cargos políticos que, en la mayoría de ocasiones, no tienen más círculo personal en estas ciudades que ese entorno laboral.
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