Ágatha despierta en una cama de hospital y se pregunta qué está sucediendo. Observa a su marido y trata de preguntarle dónde está, pero sus palabras no acuden a la boca. "Poco a poco", explica, "antes hospital nada, cero, muda, enseñar poco a poco, dos años costar y aprender, sumar, restar, hablar, escribir... Mi cabeza está roto". El mayor inconveniente, insisten, es que al oírles hablar despacio la gente cree que tienen algún problema de oído o en sus capacidades cognitivas.
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