Los singles reniegan de etiquetas y de bautismos anglosajones, aunque nunca se han librado de sobrenombres. Dejaron hace años de ser solterones y de "quedarse para vestir santos" para convertirse en la envidia de todos, marcados por un estereotipo que extendió por el mundo la televisión, entre otros, gracias a cuatro mujeres ricas que durante varias temporadas alardearon de vida, ropa cara y sexo en Nueva York. El marketing puso de su parte y los describió como grandes consumidores, marquistas y profetas del culto al cuerpo.
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