Médicos, monjas y matronas estuvieron implicados en el tráfico de niños robados que se produjo en España durante más de treinta años. Pero la trama no comenzaba en las maternidades, sino en los despachos del Patronato de Protección a la Mujer, un siniestro organismo oficial presidido por Carmen Polo de Franco, que desviaba a embarazadas solteras hacia esa red. Muchas de ellas eran recluidas en un chalé de la sierra de Madrid hasta que daban a luz. Sus hijos, de los que no sabían ni el sexo, eran entregados en adopción ilegal.
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