Resulta que en la Europa de la Edad Media se practicaban las ordalías, o sea, una prueba ritual para averiguar la culpabilidad o inocencia de una persona. La prueba más habitual consistía en sostener con las manos un hierro candente o ponerlas en una hoguera. Si el acusado no resultaba dañado, es que era inocente y no debía recibir castigo. Las acusaciones tenían que ver con pecados o quebrantamientos de las normas y no sólo eran enjuiciados de esta manera los seres humanos sino también las cosas (libros, obras de arte, etc.).
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