Popova invoca un manuscrito inédito de Carl Sagan de 1979 encontrado en el Archivo del Congreso de los Estados Unidos, en el que él cita a Teofrasto, contemporáneo de Aristóteles: “La superstición es cobardía ante lo Divino”. Sagan relata que vivimos en un universo donde los átomos se forjan en las estrellas, la vida surge por el sol y el relámpago, la evolución utiliza materiales dispersos por galaxias... un cosmos repleto de maravillas como cuásares, quarks, copos de nieve o luciérnagas.
|
etiquetas: maría popova , carl sagan , supersticiones
«La superstición [es] cobardía ante lo divino». Así lo dijo Teofrasto, contemporáneo de Aristóteles y Alejandro. Vivimos en un universo donde los átomos se crean en las estrellas; donde la vida surge de la luz del sol y los rayos en el aire y las aguas de planetas jóvenes; donde la materia prima para la evolución biológica a veces se crea con la explosión de una estrella al otro lado de la galaxia; donde la materia puede combinarse de una forma tan sutil que llega a ser consciente de sí misma; donde algo tan bello como una galaxia se forma cien mil millones de veces; un universo de cuásares y quarks, copos de nieve y luciérnagas; donde puede haber agujeros negros y otros universos y seres inteligentes tan superiores a nosotros que su tecnología nos parecerá indistinguible de la magia. Qué pálidas son, en comparación, las pretensiones de la superstición y la pseudociencia; qué importante es para nosotros perseguir y comprender la ciencia, ese esfuerzo característicamente humano, imperfecto e incompleto sin duda. Pero el mejor medio para comprender el mundo que conocemos. No hay ningún aspecto de la naturaleza que no revele un profundo misterio, que no toque nuestro sentido del asombro y la admiración. Teofrasto tenía razón. Los que temen al universo tal y como es, los que desean fingir un conocimiento y un control inexistentes y un cosmos centrado en los seres humanos, preferirán la superstición. Pero aquellos que tienen el valor de explorar el entramado y la estructura del Cosmos, incluso cuando difiere profundamente de nuestros deseos y prejuicios, a esas personas les pertenece el futuro. Las supersticiones pueden ser reconfortantes durante un tiempo. Pero, como evitan enfrentarse al mundo, están condenadas al fracaso. El futuro pertenece a aquellos que son capaces de aprender, de cambiar, de adaptarse a este exquisito Cosmos en el que hemos tenido el privilegio de habitar durante un breve instante».