Tras concertar una entrevista, la falsa asistenta acudía a la cita con un guión de respuestas preparadas para ganarse la confianza de los inquilinos y, durante la misma, comprobaba el poder adquisitivo de la familia y las posibilidades de hacerse con el botín. Una vez localizado un inmueble que les interesaba, no dudaba en llamar continuamente para ofrecer sus servicios por muy poco dinero llegando incluso a manifestar que no le importaría trabajar por tan sólo 500 euros al mes.
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