El primer presidente del Tribunal Supremo que en 200 años se ha visto obligado a dimitir nunca debió ser nombrado. Fue uno de los mayores errores de José Luis Rodríguez Zapatero, que, en un alarde de consenso, pactó con Rajoy la designación de Carlos Dívar, un tipo conservador, con un sentido religioso casi mesiánico, sin ninguna talla jurídica ni política, que fue recibido con las mismas dosis de sorpresa y chirigota en el Tribunal Supremo y que en el Consejo del Poder Judicial siempre votó en contra de los intereses de los socialistas.
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