El problema, al menos en lo que concierne a nuestra política, es que a la mitad del electorado no le preocupa la falta de cualificación intelectual de Palin. Cuando se trata de política, en este país hay un demedido amor por la mediocridad. La multitud se ha emborrachado de lema. «¡Sarah Palin es una persona normal!» En efecto, y se pasa de normal. Con todas mis reservas hacia Bush nunca le he creído un extremista listo para el Rapto. Palin sí parece ser una. Ella y sus incondicionales celebran el matrimonio entre confianza e ignorancia.
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