A pesar de estar retirado del frente de batalla, Toni Negri no sepultó las armas del pensamiento radical. Hacia fines de los 70, la persecución judicial de la izquierda extraparlamentaria italiana lo llevó primero a las cárceles de toda la península y después a la clandestinidad en París, con una escala breve en la inmunidad parlamentaria. Durante las dos décadas anteriores había sido uno de los principales referentes del activismo autonomista, que buscaba profundizar el conflicto de clases fuera de los sindicatos y los partidos de izquierda.
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