A veces pienso que nos sucede lo que ocurrió en aquel barco en que viajaban siete marineros, fuertes y jóvenes, y un anciano reumático al que todos debían cuidar y atender a cada paso.
El viejo era una continua molestia y todos se quejaban de tener que sufrir sus achaques y su constante mal humor.
El viaje era lago y ya iban cortos de agua y provisiones, y escasos de fuerzas para remar, así que cuando un día el viejo amaneció muerto, simularon un par de oraciones y lo tiraron por la borda casi con alegría
—Ahora iremos más ligeros —dijo un marinero, después de la breve ceremonia.
—Diablos, sí, ¿pero a dónde? —respondió el capitán cayendo en la cuenta de que sólo el viejo lo sabía.
Comentarios
Estoy hablando a solas con el mar
y le pregunto yo al mar
de que adónde estás tú.
Y tú me prometistes de volver
monta a caballo en un corcel de mar
o en un tasis azul, como el mar.
Dime, marinero, si la vistes, marinero,
con su traje azul marino como el mar.
Qué feliz me harías si sabieras marinero
replicar a mis demandas con afans.
Contra más lo pienso me parece una Etiopía
realizable de que yo la pueda hallar,
me es inverosimil de que la gente murmure,
de que ocurra lo que pase me da igual.
Andé un cacho de trecho detras de ti
y aunque hace años de que regresé
no me satisfació, de volver.
Mi errar jamás te produció dolor
y prefiristes el querer de amor
de uno de sangre azul, como el mar.
Dime, marinero...