Las ferias de libro viejo son híbridos genéticos entre el museo y el basurero, con ramalazos más o menos visibles de kiosco, verdulería y bazar mediopensionista de ciudad sin tren.
La feria de Madrid es además una feria de feriantes, donde los libreros jubilados de toda España se dan cita para vender a sus colegas lo que no han podido colocar a sus clientes en treinta o cuarenta años de intensiva acumulación de polvo.
Don Félix ya había anunciado su jubilación y Santiago estaba en trámites de conseguir el préstamo para quedarse con la librería, así que aquel último año que acudirían juntos a la calle Recoletos iba a servir para que el viejo pudiese dar las últimas instrucciones al nuevo dueño de la librería.
Si te sabes manejar bien en las ferias, no importa lo que vendas luego en la tienda: sale todo por internet, por catálogo, o como sea. El caso es no encerrarse en compras con temas locales como los pajares de Sahagún, las toperas de Bembibre o la importancia de la caspa en la fabricación de colores para las vidrieras de la catedral de León. Esas cosas quedan para los eruditos, los catedráticos, y otros subvencionados en general.
—El comercio tiene que ser ante todo comercio —gruñó don Félix repasando las estanterías de un librero de Tarazona que liquidaba el negocio.
—Si, claro —asintió Santiago.
—Me refiero a que si quieres hacer política, ética o estética, pues métete a bandolero, a cooperante, o a peluquero. Una librería es para ganar dinero.
—Para ganar dinero vendiendo libros, ¿no? —puntualizó Santiago.
—Para ganar dinero vendiendo lo que sea. En estos años he ganado más con las estilográficas mochas que con las enciclopedias. Ya lo sabes: las enciclopedias, ni olerlas. ¡Ni olerlas!
—Lo tendré en cuenta.
—A ver. Pues elige tú de aquí.
Santiago comenzó a revisar el material de la caseta sintiéndose como si fuese a hacer la selectividad.
Eligió unos cuantos clásicos encuadernados en piel, varias colecciones de revistas de los años veinte y algunos títulos sueltos en rústica que sabía difíciles de encontrar. La clave del éxito estaba siempre en que la gente pensara que en tu tienda podía encontrar lo que los demás no tenías.
—Ya está —dijo después de hacer números en la calculadora y realizar algunas modificaciones en el lote para que le encajasen la cuentas.
—¿Ya está? —graznó don Félix erizando las cejas.
—Yo creo que sí....
—Pues muy mal, hombre, ¡muy mal! Así te veo cerrando a los seis meses. Con el trabajo que me ha dado mantener abierto el negocio todo estos años y te lo vas a cargar....
Santiago miró desconcertado al viejo.
—¿Pero es que son malos los que he elegido?
—Son demasiado buenos, y demasiado caros.
Don Félix devolvió a los estantes las revistas y los libros encuadernados en piel. En su lugar, compró quinientos ejemplares de El Jueves y una colección casi completa de los premios planeta, con algunos ejemplares repetidos, un centenar de libros de auto ayuda y una caja entera de calendarios atrasados con estampas de equipos de fútbol.
—Y todo por la mitad de dinero, ¿has visto?
Santiago miraba espantado el lote que estaban a punto de llevarse.
—¿Y toda esta mierda? —no pudo por menos que decir.
—Esto es lo que viene a buscar la gente. Si tienes libros que los clientes no entienden o consideran demasiado elevados para ellos, se sentirán insultados y no volverán a entrar. Hay que ayudar siempre al cliente a ponerse por encima de la mercancía.
—Ya. Pero hay que distinguirse por la calidad, ¿no?
—Dar calidad es satisfacer al que te compra. Lo demás son monsergas. Y nadie se ha arruinado nunca invirtiendo en el mal gusto de los demás —concluyó don Félix con una sonrisa satisfecha.
Comentarios
En los tiempos en los que no había internet y yo empecé a hacer preguntas que mi padre semianalfabeto no sabía contestar, el buen hombre decidió comprarme una enciclopedia, "la enciclopedia del 6", donde yo pudiera aclarar mis dudas intelectuales. La dichosa enciclopedia le costó 100.000 pesetas, el sueldo de tres semanas. Conociendo su tacañería, sólo puedo catalogar este hecho como un enorme esfuerzo por intentar que su hijo pudiese conseguir un futuro mejor que el que él, por sus propios medios, podía propocionarle.
7 años más tarde conseguí la Encarta para mi pc por 0 euros, pero no le dije nada.
Más de 25 años después, conseguí mi casa en propiedad, y durante la mudanza tiré todos mis apuntes universitarios, quedándome solamente con los libros originales. Mi padre se sorprendió de que dejase en su casa la enciclopedia y que no mostrase interés ninguno por llevármela. Cuando me preguntó, le respondí "en esa enciclopedia dice que en España usamos la peseta y que el presidente del gobierno es Felipe González". Durante unos segundos, le cambió el semblante, cabizbajo, pensando en el dineral que se gastó en esos libros. Pero pronto levantó la cabeza con un brillo en los ojos. Al fin y al cabo, su hijo había conseguido vivir sin problemas económicos y sin dolor de riñones.
#5 Supongo que soy un poco más joven que tú, mi padre lo que pagó fue un dineral por la Encarta. Hoy me acuerdo del día que me la compró cuando lo veo mirando mis diplomas universitarios.
#7 #5 Me vais a matar: con mi primer sueldo me compré una Espasa de segunda mano...
1992
Muy bueno.
Ahora vas y lo tuiteas...
#1 jajajaja
Gracias
¡¡Me encanta el relato, jajaa!! Curré muchos años en ferias de libro viejo y en la de Recoletos también. ¡Buen retrato de algunos libreros!
#2 Joder... Que este lo escribí porque he estado en esas ferias...
Manda huevos, ¿eh?
#4 ¡¡Pues igual nos hemos cruzado!!
Da gusto encontrar cosas interesantes y salir de la monotonía de Ayuso, Iglesias, Sanchez, Casado, Cs, bla, bla, bla
Recuerdo con mucho cariño los dias que mi padre me llevaba de niño a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Valencia. Ibamos solos mi padres y yo porque mi madre decia que allí solo había polvo.
El mismo ritual siempre, ir hasta el final mirando rápido y ojear algo interesante. Pararnos, comentar las jugadas y soltarme 1.000 o 2.000 pelas para gastar en lo que quisiera... Normalmente un par de comics que luego cambiaba con mi primo de Teruel y un par de divulgación científica o algún libro sobre temas que me llamaban la atención por entonces.
Y luego ya con mi madre nos ibamos a la Feria del Libro en los Viveros y pillabamos libros "normales"
Cuando se lo explicaba ese semana a mis amigos en el colegio me miraban con cara de oler mierda... "Pues yo fui al cine a ver la pelicula de moda y comerme mi peso en palomitas y dulces..." y yo más feliz que nada, tenia para varias semanas de saciar mi curiosidad.
PD: perdón por el tocho, me habeis tocado la fibra