Las piscinas son lo menos ‘cool’ que existe. O están llenas de niños que te fastidian la siesta, o de chulos de barrio apoyados en el quicio mojándose sin mojarse, o de abuelas varadas devorando el ‘Lecturas’ y demás especímenes veraniegos. Otro elemento en contra de las piscinas es que su implantación en todas y cada una de las urbanizaciones de periferia (junto con su inseparable pista de pádel) ha alterado la fisionomía urbana de nuestro país con consecuencias de sobra conocidas.
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Esta en Padua, no en Venecia...