Durante más de un siglo, la industria ha convivido con una barrera casi invisible pero decisiva: transformar calor de baja calidad en energía térmica de alta temperatura sin disparar el consumo de combustibles fósiles. Los 200 °C marcaban el límite práctico. Todo lo que quedaba por encima exigía quemar gas, carbón o derivados del petróleo. Hasta ahora. Investigadores de la Academia China de Ciencias (CAS) han logrado romper ese techo térmico con una bomba de calor termoacústica capaz de entregar 270 °C.