Nota para despistados: el meneo trata de que, contrariamente a la creencia popular, la Inquisición española fue un reducto de racionalidad dentro de un mar de ignorancia y superchería. De hecho, la Inquisición siempre estuvo mucho más centrada en censurar errores doctrinales dentro del catolicismo y en la discusión de temas teológicamente sensibles a raíz del gran número de órdenes, escuelas y doctrinas heresiarcas que iban surgiendo que no en dirimir asuntos del populacho.
Otro gran mito es el del oscurantismo español tardomedieval y barroco frente a la Lux que iba desparramándose por el resto de Europa en la misma época. Ejemplo palmario que lo desmonta fue el de nuestro ilustre Padre Feijoo, que en su Teatro Crítico se mofa del racionalismo cartesiano (frente al espinosiano y neoescolástico) como de una suerte de añagaza destinada a enmendar la enorme ignorancia de los franceses y bárbaros alemanes que ya se había enmendado en España gracias a la escolástica y la mismísima Inquisición.
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España no puede compararse a los Países Bajos o Portugal, países pequeños que solamente tuvieron franquicias comerciales aquí o allí. Ni a Francia o Inglaterra que crearon colonias con que abastecer y enriquecer la metrópolis. Al igual que el Imperio Romano, donde los habitantes de las provincias a menudo vivían mejor que los romanos, no había nada que un indiano tuviera que envidiar de un español. Fuimos los únicos que tuvimos un proyecto cultural, religioso o moral detrás. Todo ello a costa de una inversión que dejó a Castilla exhausta fiscal y demográficamente. Pero ahí están los infinitos viajes exploratorios, mapas cartográficos, hazañas náuticas... y la exclusividad de ser el único país que ha escrito la historia de un continente. El derecho referente a los indios a comienzos del XVI, por su precocidad, debería enorgullecernos como nación más que a los franceses su marsellesa.