Que un concierto de Heavy Metal no sea un “concierto de los Lunnis” no significa que no esté obligado, como cualquier otro espectáculo, a garantizar la seguridad de sus asistentes. De igual forma, no podemos tildar de “agresor” a alguien cuando se trata de un accidente, como es este desafortunado suceso.
Por poner ejemplos, en 1996 Rammstein tuvo un accidente pirotécnico y desde entonces se cualificaron como pirotécnicos. Si el día de mañana, en un concierto de este grupo, alguien se lleva un petardazo, estaremos hablando de un accidente y no de una agresión, porque no existía una voluntareidad en hacer daño a esa persona en concreto.
Pero, y esto es importante, que no exista una voluntareidad no exime a nadie de su RESPONSABILIDAD. Porque aunque no hubiese una intención de hacer daño, sí existe una responsabilidad de garantizar en todo momento la seguridad de los asistentes.
Luego hablaríamos de si existen o no negligencias. No es lo mismo que falle un cohete por un defecto propio a que falle por un mal uso del pirotécnico.
En este caso en concreto, existe una negligencia por parte del cantante a la hora de lanzarse contra el público. La pregunta es ¿existe una negligencia por parte de la afectada? Habría que ver si en las indicaciones de seguridad del concierto se especificaba que el acceso a esas posiciones del público solo estaba permitido para personas con ciertas cualidades físicas definidias (sí, como las entradas a una montaña rusa). Si estas indicaciones no existían, y mucho me temo que es así, no hay nada que reprocharle a la damnificada.
Recientemente tuve una acalorada discusión con un cazador al que no le gustó mi respuesta cuando dije que no lamentaba en absoluto la caída de un torero en el ruedo. En primer lugar porque vive de maltratar a un animal al que se enfrenta en una absurda desigualdad, en segundo lugar porque él está ahí por decisión propia y el animal no. Y en tercer lugar porque entiendo que los que pagan por ocupar las butacas del recinto son seres sedientos de sangre y considero que se les ofrece más espectáculo si el que cae es el que se viste de marica. (Sí, usé este término con toda la intención de ofender a mi interlocutor, que como buen cazador español considera este término algo extremadamente ofensivo, no digamos si se le aplica a uno de sus héroes nacionales).
La discusión alcanzó cotas estúpidas con mamporros en la mesa del pistolero. A su favor, consiguió hacerme entrar en razón y que mi opinión cambiase por completo.
Insistió en que, si mi ciudad estuviese repleta de toros, ¿dónde iba a estar yo? Yo podía vivir en mi ciudad gracias a que los toreros habían evitado que los toros nos invadiesen. Todo esto lo expresó en tono burlesco, para dejar claro que yo no soy ni la mitad de hombre que los que se visten de luces y jamás podría combatir en esa invasión toril. A pesar de lo fantástico (y sorprendente) de esa situación hipotética de una ciudad sumida en el apocalipsis, atestada de toros, desterrando a la raza humana y forzándola a un éxodo en busca de ocupar la tierra de las comadrejas mientras nuestros super héroes de mallas ajustaditas y sombreritos de vibranium nos defienden con un capote y un estoque, traté de entrar sin éxito en su fabulación. No sirvió decirle que estaría como si viviese en África, que sería en un lugar donde posiblemente no hubiese leones. Y sin necesidad de masacrarlos.
Como podéis imaginar, me recordó que estábamos hablando de una tradición. Con lo que cuestionarla quedaba fuera de toda lógica y era irrespetuoso por mi parte.
Para finalizar, me intentó intimidar golpeando la mesa un par de veces sosteniendo que yo era de esos que le llamaban asesino pero, después, bien que me gustaba comer jamón. De nada sirvió tratar de argumentar que no parece ser lo mismo matar por diversión que por sustento y que, aún así, los animales sacrificados para alimentarnos no deben ser sometidos a torturas y sufrimiento. Porque, entre risas, me dijo que el animal tenía que retorcerse durante minutos mientras se desangraba porque “así está más rico”. Lo cual, para el que tenga dudas, no es cierto. A día de hoy, los animales se les mata sin sufrimiento porque de este modo sus músculos no se tensan; no porque a la industria le importe su sufrimiento.
Y esta gente existe. Y vive entre nosotros.