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Hay cosas que no entiendo ni entenderé
El final del Cretácico llegó, hace unos 65 millones de años, tras colisionar contra la superficie de la Tierra un enorme meteorito. El impacto se produjo en Chicxulub, península de Yucatán (México), donde formó un cráter de 180 kilómetros de diámetro y desencadenó un proceso de extinción masiva que acabó con dinosaurios, pterosaurios, mosasaurios, ictiosaurios, ammonites, etc. Desaparecieron millones de especies, se estima que aproximadamente el 75% del total.
Fue entonces cuando decidió montar un laboratorio clandestino para investigar formas de acabar con este cruel mundo lleno de absurda burocracia.En sus primeras investigaciones, von Kraken observó que los infrarrojos (esa radiación de baja energía que utilizan algunos primates para encender la televisión o abrir la puerta de sus garajes) tienen muchas aplicaciones militares, como las gafas de visión nocturna o las cámaras térmicas. Tal vez disponer de una forma de hacerse invisible a los rayos infrarrojos podría ser útil para poder perpetrar...
Leer es una actividad que todos realizamos pero quizá sea un proceso diferente según en qué idioma estamos leyendo. El cerebro de un español leyendo este texto y el de un japonés leyendo un haiku no usan exactamente los mismos mecanismos neurológicos. ¿Cómo es posible?
Hace miles de millones de años, el oxígeno era un peligroso veneno. Algunas células llevaban a cabo la fotosíntesis, un proceso que libera oxígeno como producto de desecho. Poco a poco el oxígeno fue acumulándose en la atmósfera y pronto hubo quien supo sacarle partido. Unas bacterias empezaron a utilizar este gas para oxidar los nutrientes y producir enormes cantidades de energía. Este proceso se conoce como “respiración celular” y es clave para la vida en la Tierra tal y como la conocemos.
La luz del Sol tarda unos ocho minutos en llegar hasta nuestros ojos. La de la Luna, tan solo un segundo. La luz de la estrella más cercana al Sol viaja durante cuatro años por el espacio hasta que podemos verla. Las galaxias más lejanas que conocemos se encuentran a 13 000 millones de años luz. Son distancias astronómicas tan grandes que no nos caben en la cabeza. Pero ¿cómo se calculan?
Como bien apuntaba Calderón, ese genio con alma de neurocientífico, la vida es sueño. Cierto, pero no por elección propia. Nuestro cerebro responde a la llamada de Morfeo de manera unilateral y, como si de una madre con zapatilla en mano se tratara, nos impide tomarnos esa última copita o pasar ilimitadas noches en vela delante del televisor. Pero, ¿por qué todos los días y de manera inexorable esta sensación de sopor, estos ojos flojos, este hilillo de babilla?… y siempre cuando la serie se pone más interesante.
Quien tenga ocasión de darse una vuelta por los alrededores de la madrileña plaza de toros de Las Ventas contemplará uno de los pocos conjuntos escultóricos que nuestro país dedica a un científico. En él un diestro de bronce saluda, montera en mano, al busto de quien la memoria colectiva reconoce como el descubridor de la penicilina. La placa que acompaña a este último reza: «Al doctor Fleming en agradecimiento de los toreros. 14 de mayo de 1964». Pero ¿por qué los agradecimientos van solo a Fleming?
La vida de la química Anna Volkova es tan desconocida como emocionante. No sabemos cuántos años tenía el día que murió porque su fecha de nacimiento no se encuentra recogida, hasta donde yo he podido investigar.
En la cafetería somos tres. Tres mesas más adelante, un científico se toma un cortado con hielo porque hace calor. A su izquierda, un artista está tomando una cerveza sin alcohol, bien fría, porque hace calor. Ambos trabajan mientras yo los observo, los analizo, los interpreto —puede que todas esas cosas al mismo tiempo— y escribo mis conclusiones. Quién sabe, igual hasta dé para un relato.