No es ninguna novedad si afirmamos que la Iglesia católica pasa por una crisis de identidad, para los de fuera, y con mayor dolor, para los de dentro. A raíz de la manifestación del pasado 30 de diciembre en la Plaza de Colón de Madrid, y reivindicando el estatus de familia tradicional, son muchas las voces que se han escuchado estos días, desde fuera y desde dentro de la Iglesia, rechazando un modelo de familia y de Iglesia con el que es difícil identificarse.
La mayoría de los británicos prefieren al príncipe Guillermo como próximo rey, frente a su padre, el príncipe Carlos y actual heredero a la Corona, según un sondeo de opinión difundido hoy en el Reino Unido. La encuesta, hecha por el canal televisivo Discovery Channel entre 1.004 adultos, indica que más de la mitad de los entrevistados quiere que Guillermo, de 25 años y segundo en la línea de sucesión al trono, reemplace en el futuro a la reina Isabel II.
Ante la pérdida de algún ser querido, todo el mundo sufre la experiencia de la desesperación y de la indefensión. ¿Qué podemos decir a alguien que acaba de perder a su esposo, o a su hijo, o a su padre? Las palabras resultan vacías de contenido, como inoportunas y a veces desacertadas. Por eso, lo mejor es callarse, y evitar la confrontación con aquel que lo está padeciendo. En nuestra sociedad moderna, hemos terminado por perder casi todo tipo de proximidad con la muerte y las personas que están de duelo.
El titular en portada del pasado 24 de diciembre, día de Nochebuena, en La Opinión de Tenerife, desvelaba el pensamiento y el corazón del obispo de Tenerife acerca de la homosexualidad y del abuso de menores. Sin pelos en la lengua, Bernardo Álvarez declaraba a la periodista que “el fenómeno de la homosexualidad es algo que perjudica a las personas y a la sociedad. A la larga pagaremos las consecuencias como las han pagado otras civilizaciones”.
La previsión del aumento de los mares podría ser mucho mayor que la planteada por la ONU. El dato que ofrece Naciones Unidas es de 81 centímetros durante este siglo. Sin embargo los estudios publicados en Nature Geoscience ofrecen la alarmante cifra de 1, 63 metros, es decir, el doble de lo estimado.
Desde que los hombres se hicieron conscientes de su finitud, han manifestado, desde las formas más variadas, su creencia en algún tipo de vida después de la muerte.
Mucho ruido y pocas nueces: ese es el resultado final de la Cumbre de Bali sobre Cambio Climático. Después de horas de discusión, las conclusiones no pasaron a mayores, con la siempre reticente y resistente postura de Estados Unidos para dar su brazo a torcer en la reducción de los porcentajes de contaminación.
Cada uno de nosotros tiene que morir. Esta “condena a muerte” suscita muchas veces, al mismo tiempo, una cierta indignación -¿por qué este final ineludible?- y la pregunta de la supervivencia: ¿termina todo realmente con la muerte? ¿Puede acaso algo de nosotros mismos subsistir después de la degradación del cuerpo?
Lo primero que hago por las mañanas, al levantarme, es mirarme en el espejo. Estoy con los ojos hinchados, el pelo revuelto y la boca seca. Me miro los ojos con detenimiento y casi no me reconozco. ¿Quién está frente a mí, en esta increíble soledad que se repite todos los días? No encuentro muchas respuestas que no sean las de hacerme cargo de mi finitud y pequeñez frente a un mundo que pasa de largo, y al que me veo abocado a subir, sin más remedio, si no quiero perder el tren de la vida.
Haciendo balance Publicado por fausto 29 Noviembre, 2007 En pocas semanas se cerrará un ciclo más de la existencia del hombre. Con el año que termina, es hora de hacer balance de lo vivido, de lo conseguido y de lo perdido en los últimos doces meses que están a punto de finalizar. El año natural, no es más que una manera arbitraria de medir el tiempo. Pero, en realidad los años no existen.
La tolerancia se ha convertido hoy en día en la reina de las virtudes. Toda discusión difícil termina en la actualidad con el diagnóstico irrevocable: “No eres tolerante”. Si la tolerancia es la capacidad de aceptación del otro abriéndonos a formas de vida y de pensar diferentes de las nuestras, entonces sí es una virtud. Pero a veces parece que sea una obligación impuesta por la conciencia colectiva de no hacerse juicios, es decir de no tener ninguna opinión sobre los comportamientos de los demás.
Perdón y comprensión no son dos actitudes equivalentes. La comprensión puede llevarnos a una cierta complicidad. Puede empujarnos a ponernos del lado del culpable que está fuera de la ley moral, considerando que lo que ha hecho no es tan grave. El perdón, y la misericordia no se oponen a la verdad. Al contrario, necesitan la verdad para que la víctima se sienta reconocida en su sufrimiento, y que el agresor tome conciencia de lo que ha hecho.
Vivir es despedirse, alejarse continuamente del presente, para convertirlo en pasado y arriesgarse a la aventura del futuro inesperado. Para avanzar se necesita ir ligero de equipaje, no sólo material, sino afectivo. Los amarres que se acumulan a lo largo de la vida terminan por anclarnos al pasado, impidiendo la aventura de abrirnos a la novedad que aún desconocemos.
La presencia de la Iglesia en el mundo pasa necesariamente por su encarnación allí donde el hombre vive, sufre y busca a Dios consciente o inconscientemente. No se comprende una Iglesia que discrimine al hombre por razón de su condición, poder adquisitivo, o clase social.
Cada día es más patente la ruptura entre lo religioso y la sociedad civil. Por muchos intentos de la Iglesia Católica por acercarse al mundo en el que vive inmersa, lo cierto es que la división cada vez es mayor y con pocas posibilidades de integrarse con la autoridad moral necesaria para dejar escuchar su voz. El mundo moderno dice que pasa de Dios y, sin embargo, tiene más sed que nunca de lo espiritual, porque ni la política ni la organización civil terminan de satisfacer el corazón inquieto del hombre actual.
Cuenta una antigua leyenda de los países nórdicos, que un espíritu procedente de una lejana galaxia del universo, vino a la tierra y se instaló en la región del Norte, en lo que hoy se conoce como la península escandinava, para repartir aquello de lo que los seres humanos no pueden prescindir: paz, amor, armonía y alegría.
El tema de Cristo Rey es una de las tradiciones más desconcertantes en la tradición bíblica y cristiana: Cristo es rey, pero reina desde la cruz. En tiempos de Jesús había muchas concepciones acerca del Reino de Dios. Los grupos nacionalistas identificaban el Reino de Dios con la restauración de la monarquía davídica, lo que significaba un enfrentamiento violento con los romanos. Jesús no asume nunca esta posición.
Después de los años de dictadura, la Iglesia española vio cómo el marco social y político en el que durante casi cuarenta años había estado unida al poder se desmoronaba, dando lugar a nuevas estrategias sobre las que apoyarse para influir política y moralmente en la sociedad. La actual situación está generando tres maneras distintas de hacerse presente, que son las que originan las diversas fricciones en las que la Iglesia se ve actualmente inmersa.
De los recuerdos de infancia que siguen encendidos en la cámara secreta y oculta de cada persona, la experiencia del miedo es posiblemente la que brille con más intensidad, pese al paso de los años. El miedo es más que un sentimiento, -casi siempre asociado a la inseguridad de la niñez-, se trata en realidad de la experiencia matriz que marca silenciosamente el devenir de nuestra historia.
Las dudas sobre el devenir de la Iglesia no han dejado de ser un interrogante para los de dentro y los de fuera. Son muchos los que piensan que la reforma de la Iglesia, en cuestiones de moral, gobierno, organización y teología, se hace tan apremiante a como ya ocurrió en vísperas del Concilio Vaticano II.