Vivo en un país donde las razas peligrosas de perros están prohibidas, y por algún motivo, habría que estudiarlo, apenas ha habido ataques de perros desde que se registran.
En una visita a Bolivia flipé con los turistas israelís, en tres ocasiones la liaron (grupos diferentes).
1. En un desplazamiento de larga distancia en autobús (eran dos autocares) se negaron a que saliera el convoy si no viajaban todos juntos en el mismo autobús (porque sí, porque yo lo valgo). Al final como aquello no arrancaba, me ofrecí yo junto a otros dos para cambiarme al otro autobús para que pudieran ir todos juntos. (No es que fuera uno solo; eran a lo mejor dos grupos separados de tres y cuatro).
2. En el barco que llevaba a la isla del lago Titicaca, había otro grupo delante de mí y comenzaron a burlarse de la boliviana indígena que estaba cobrando los cuatro duros que costaba el trayecto porque no hablaba inglés. Se rieron de ella y le exigieron un descuento de manera muy despectiva.
3. Por la noche en uno de mis hoteles hubo algarabía constante. Salí al pasillo, y efectivamente, estaban hablando la lengua elegida y comportándose como ingleses en Magaluf.
Había alguna más pero se me ha olvidado. Entre esto y la experiencia de mi mujer que trabajó en un bed&breakfast, no nos quedan dudas del premio al turista más desconsiderado.
Una solución tirando a sencilla es joderle la cornamenta al ciervo para que su valor cinegético caiga en picado, al igual que cortan los cuernos a los rinocerontes para que los gilipollas de tal continente no lo maten para usar el apéndice como viagra.
Islandia no tenía ejército, España sí.
El franquismo aislado convenía más a las potencias aliadas que abrir la puerta a la más mínima posibilidad de la expansión de la influencia soviética.
Esto me recuerda a una frase que leí una vez atribuída a Einstein: "Todo lo que puede ser explicado, puede ser explicado con claridad". Siempre me la he aplicado.