Dejar atrás los planes sociales nos hace perder parte de los estímulos agradables de la vida y eso nos mete en un círculo de sensaciones negativas. Recogemos el testimonio de personas que están pasando por ello y preguntamos a expertos cómo sobrellevar esta situación.
Después del incendiario discurso de Trump, (el reportero del The New Yorker) Luke Mogelson siguió a los partidarios del presidente mientras se abrían paso hacia el Capitolio de los Estados Unidos, usando la cámara de su teléfono como un cuaderno de reportero.
«Hola, soy Marta, la chica de la foto, pero no, no soy enfermera ni estoy atendiendo a un paciente. Soy una hija despidiéndose de su madre dos horas antes de morir». Con estas palabras, Marta Justicia, una profesora de Lengua y Literatura en un instituto, comienza una carta con la que desea «al menos, salvar una vida», en unas fechas subrayadas, tradicionalmente dedicadas a las reuniones con familiares y seres queridos. «Lo quiero hacer por mi madre», señala con entereza esta jienense que ha tenido que lidiar con la faceta más dura del covid.
"El nombre de la banda. El principio de todo, lo primero en lo que piensa cada uno de sus miembros antes de ponerse siquiera a tocar. “¿Con qué nombre llegaremos lejos?" Ejemplos: -Jony, el mamón, y los que revientan el nervión. -Karton de vino. -Lendakaris muertos -Maricruz Soriano y los que afinan su piano. -The meas. -The kagas.
Un padre lucha por recuperar a su hija, que se unió a la milicia terrorista de Estado Islámico. Durante cuatro años, Maik Messing no sabe si su hija Leonora sobrevivirá. Un equipo de televisión acompaña al padre durante todo este tiempo.
En 1665 murió Felipe IV y el nuevo rey aún tomaba el pecho. Para evitar la mala imagen de coronar como rey a un niño poco desarrollado, los médicos reales aconsejaron suspender la lactancia, que llevaban a cabo catorce sufridas nodrizas. Le prescribieron papillas y, como no se podía mantener en pie, encargaron al sastre unos gruesos cordones para sostenerle mientras recibía a los embajadores extranjeros. Aprendió a hablar a los 10 años y a los 15 apenas podía estampar su firma en un papel: «Yo, el Rey».
"Las orejeras ideológicas funcionaron durante décadas. La prensa, las ONG, la Academia desarrollaron un sistema de intimidación que desactivó todos los anticuerpos de una sociedad bajo ataque. La censura y su hermana más terrible, la autocensura, condenaban a quien diera la alerta al ostracismo y a vivir con el cartel de “racista” atado al cuello." afirma el autor del artículo.
Asufin ha ganado una demanda colectiva que beneficiará a todos los hipotecados que pagaron gastos de constitución y que firmaron sus préstamos antes de la entrada en vigor de la ley de contratos de crédito inmobiliario en junio de 2019, sin necesidad de litigar por ello.
Los sencillos pasos que siguió Alex Hope, para conseguir el pasaporte del ex primer ministro, a partir de una foto del billete de avión en su instagram. Y como intentó reportarlo al propio Tony Abbott.
Los bancos de música, que ofrecen pistas gratuitas y sin licencias que comprar, y que en la mayoría de los casos incluso permiten ser utilizadas para fines comerciales. Es algo así como los bancos de imágenes sin copyright que también puedes encontrar online, pero con música.
Si pasas por delante de la casa que se encuentra en el número 145 de la rue la Fayette en París es posible que no notes nada raro. Lo mismo te podría suceder si te plantas en frente a la pequeña puerta que hay justo en el número 44 de la rue d’Aboukir o si no te detienes a mirar fijamente la casita que hay en el número 29 de la rue Quincampoix. Todas esas puertas y fachadas que hay en estas calles tienen una cosa en común: son completamente falsas. En el vídeo explican por qué. Texto via https://bit.ly/31vfjb6
Dame dos personas que coman 2.000 kcal diarias. A una le inyecto insulina cada día y a la otra no. La primera engordará, y vaya que si engordará. Incluso si le pongo sólo 1.700 kcal, si le inyecto insulina, engordará más que la otra que coma 2.000 kcal. No es un tema de calorías. Es un tema hormonal. La labor de la insulina, además de bajar el azúcar y meterlo en las células (que es lo que les decimos a los niños que tienen un debut diabético) tiene una función principal: Almacenar energía en forma de grasa.
Un vídeo vale más que mil palabras, audio requerido.
Ser cocidista o ser fabadista. Fragmento de la película 'Ninette y un señor de Murcia'.
El 15 de junio del 2009 me contrataron en Entel Ibai (ahora Entelgy Ibai), por un sueldo de 25.000€/año. Me conforme pensando que con los años, las subidas del convenio anuales y los trienios eso mejoraría. Error fatal. Eso no sucedió.
Se trata de una estructura destinada a limitar la velocidad de los vehículos en una carretera china. Como se muestra no es eficaz para todos los conductores.
Tuve un infarto en diciembre de 2015 y gracias a eso me quedé vivir en la Argentina. Fue un infarto que me dio de sopetón a los cuarenta y cinco años y casi me muero. Yo estaba alquilando una casita en Montevideo, por AirBNB, y los dueños de esa casa me salvaron la vida. Me subieron a un auto, llamaron a un patrullero, me llevaron al hospital e hicieron una cantidad de cosas tremendas para no me muriera. ¡Sin conocerme! Yo era el inquilino: nos habíamos visto un día antes cuando ellos me dieron la llave de la casita de huéspedes y nada más.
Entre tantas cuestiones sesudas, algunas de las más simpáticas fueron esgrimidas por Norm (George Wendt) al analizar la lógica dentro de la continuidad narrativa de la serie de dibujos animados Casper. Casper siempre se las apañaba para acabar rodeado de amigos al final de cada episodio, pero al inicio del siguiente capítulo el pobre ectoplasma volvía a aparecer solo y triste de nuevo. Lo que estaba ocurriendo era la continuidad negativa, el botón de reset de las series. Un protocolo tradicionalmente muy socorrido en el mundo de la televisión.
El sistema español de trasplantes batió el pasado 29 de noviembre su mejor registro de actividad en un solo día, con la gestión de 19 donantes fallecidos en menos de 24 horas. El récord anterior, producido el 14 de diciembre de 2015, estaba establecido en 15 donantes procedentes de personas fallecidas y 1 donante renal vivo, cuando se realizaron 38 trasplantes.
Deepfake parodiando a El Equipo A con Pablo Casado, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal de protagonistas.
Incluso después de cincuenta años entrando en la porqueriza a dar de comer a los cerdos todos los días, Saturnina no terminaba de acostumbrarse al olor. Como cada mañana, salió de allí escopetada, sacó un pañuelo de su voluminoso escote, lo desenrolló dejando caer las ramitas de romero de su interior, y con el lomo doblado, se tapó la nariz y la boca con él hasta que se le pasaron las arcadas. Buenos días, campo. Sonrió mientras se acercaba al corral de las gallinas. Hoy era su cumpleaños, así que desayunaría unos huevos revueltos. Era una afortunada; podía darse un capricho de vez en cuando, no como la pobre Tomasa. A la pobre Tomasa la ayudaban cuando se dejaba, pero era tan orgullosa y testaruda que prefería pasar hambre a permitir que le echaran una mano. Cuando le venía al pecho el fuego de la añoranza de Rufino, siempre se acordaba de ella. Pobre Tomasa. Al menos, se reconfortaba, a mí me daban un buen meneo por ahí abajo el primer sábado de cada mes. Le podían decir cualquier cosa de Rufino. Que era un borracho, porque lo fue. Que era un holgazán, porque lo fue. Que le robó tres gallinas a Gandulfo, porque se las robó. Pero ahí abajo… Ahí abajo siempre cumplía. Todos los meses sin falta. ¡Ay, la pobre Tomasa! Ella ni siquiera ha conocido varón. Mi jardín estaría yermo, pero yo al menos he disfrutado de la siembra.Tres tristes huevos le brindaron sus escuálidas gallinas esa mañana. Saturnina salía del corral mirando su cesta, contándolos otra vez como si así fuera a aparecer de repente uno más, cuando le vino el olor. Un hedor mezcla de entrepierna sudada, infección y bicho muerto. Con la arcada y el gesto instintivo de volver a sacar su pañuelo del escote, se despistó, se le cayó la cesta, y de los tres huevos ya solo quedaba uno. Adiós al desayuno de cumpleaños. Por el rabillo del ojo vio que algo se movía en el montón de desperdicios de las gallinas. Se le encendió la cara como una tea, dio un pisotón, cogió la horca que había apoyada junto a la puerta del gallinero y avanzó hacia la montaña de basura como un espartano. La rabia la había dejado sin náuseas, sin paciencia, y sin olfato.La decisión y el valor le duraron lo que tardó en asomar la cabeza el muchacho al otro lado del montón de desperdicios. A Saturnina se le aflojaron las manos y dejó caer la horca. —¡Grñá! —gritó el amasijo de pelo y costra.Se llevó una mano al pecho tratando de parar su corazón antes de que se desbocara. El muchacho siguió a lo suyo, y Saturnina se recolocó incómoda las enaguas. Se le había pasado el miedo y le había entrado la vergüenza; del susto se había orinado encima. No había duda, era un zagal. Con mucho pelo, lleno de mierda; pero no era un niño, ni un perro, ni un hombre. Tendría la edad de Rufino cuando volvió de la guerra, y la misma hambre. O más aún, si es que eso era posible. Tenía la boca llena de los gusanos que deberían comerse sus gallinas. ¿Sería por eso que ponían tan pocos huevos? Pobre muchacho. Saturnina anduvo hacia atrás, sin perder de vista el montón y mirando de reojo al suelo para no pisar el huevo. Se agachó, lo cogió, y volvió a acercarse otra vez.—¡Grñá! —le volvió a gritar, sin ni siquiera asomarse esta vez.—Mira chico, un huevo. Para ti —contestó Saturnina con zalamería y avanzando con el huevo por delante.—¿Grñé? —preguntó, esta vez sí, asomándose con curiosidad, mirando fijamente el huevo.—Para ti. Toma —ofreció Saturnina, agachándose y dejando el huevo en el suelo.Mientras avanzaba a cuatro patas hasta el huevo, Saturnina pudo verlo mejor. No lo parecía por la suciedad que le cubría, pero iba desnudo. El colgajo lo atestiguaba. Seguramente aquello era más pequeño de lo que parecía, por lo delgado que estaba el pobre joven. ¿Pero qué hacía mirándole el colgajo? Saturnina se ruborizó y miró a otro lado, así que no lo vio lanzarlo. Pero sí que oyó el crujido del huevo al estamparse. Ahí estaba, derramándose por la pared del gallinero, lo que quedaba de desayuno.—¡Grrññeaa! ¡Mgrñaista! Mmrrores, grñee… —¿increpaba? mientras corría alejándose de allí haciendo aspavientos. Saturnina no fue al pueblo aquel día. No quería perder la oportunidad de volver a encontrarse con el muchacho. Limpió y ordenó la casa, encendió un buen fuego y sacó las mejores conservas, reservadas para el invierno. Preparó una buena olla de cocido y se aseguró de que la corriente entrara por la puerta y saliera por la ventana para transportar su nutritivo y especiado olor lo más lejos posible. Incluso calentó agua para un baño. Pero ese día no volvió.Saturnina no concilió nada bien el sueño esa noche. Daba vueltas y vueltas en el fondo de su viejo y combado colchón. Apenas dormía, y cuando lo conseguía, se despertaba sobresaltada. Tenía sueños oscuros e incómodos en los que se entremezclaban sensaciones placenteras e impúdicas con el dolor de la pérdida de Rufino. En uno de ellos estaba disfrutando de su marido durante uno de esos primeros sábados del mes. Todo transcurría como en sus mejores recuerdos, hasta que a Rufino le empezaron a salir gusanos de la barba y le empezó a gritar “¡Grñá!¡Grñá!” y tuvo que salir corriendo de su casa, desnuda, mientras todos los vecinos del pueblo le lanzaban huevos desde las puertas de sus casas.#Pasaron los días, y su secreto se convirtió en un pequeño cuenco de gachas que dejaba cada mañana, con la disciplina que da la esperanza, junto al montón de desperdicios del corral. Se consolaba pensando que lo que faltaba al recogerlo cada noche se lo había comido su joven Grñá, que a estas alturas debería estar tan sano como las orondas ratas que su viejo gato mantenía a raya, cada vez con más dificultad. Ya estaría hecho todo un hombre. Salvaje quizás, pero todo un hombre. Se lo imaginaba erguido, abriendo la puerta de su casa de un manotazo, para olisquear brevemente el aire y acercarse con paso firme, guiado por el olor a lavanda hasta la puerta del baño. Y tenía que dejar de imaginar, salir de la bañera y secarse, o esa noche volvería a tener sueños impúdicos.#Había pasado tanto tiempo, tenía tan idealizado su recuerdo, que tardó en reconocer el hedor y abrirle la puerta. Unos golpes la despertaron en mitad de la fría noche y bajó asustada, pensando que venían a robarle. “Qué tonta, quién vendría a robarme a mí”, pensó, cuando al fin recordó su pestilente impronta. “Es mi pobre Gr ñá”. Estaba hecho un ovillo sobre el felpudo de esparto. Seguía igual de enjuto, sucio y enfermizo, pero esta vez temblaba como un polluelo desvalido recién caído de un nido.#De pie delante de ella, Faustino golpeteaba el pulcro suelo de la sala de espera del hospital con la punta de goma de su viejo bastón de madera de sauce. —Ya está bien, Saturnina. Has hecho lo que estaba en tu mano. Deja que se encargue su familia. Esos estúpidos desagradecidos de ciudad ya te han dejado claro que no te quieren ver por aquí. — La agarró, tironeándole del brazo—. Venga, nos vamos de vuelta ya, que me esperan para el dominó. Además, antes había un moro ahí afuera rondando mi furgoneta. Saturnina hizo el ademán de secarse las lágrimas, pero hacía horas que tenía los ojos secos de tanto llorar. Maldito gañán insensible. Encima le tendría que agradecer el resto de sus días que le hubiera acercado a la ciudad en su furgoneta a aquellas horas con el muchacho a cuestas. Seguro que se lo cobraría con creces. El pobre Grñá. ¡Veintitrés años! Es solo un crío, por el amor de dios. ¿Cómo han podido dejarle solo esos desgraciados? ¿Qué clase de padres son? ¿En qué se está convirtiendo este mundo?# Faustino aporreaba impaciente la puerta de su casa con el mango de su viejo bastón de madera de sauce.—¡Saturnina!¡Mis huevos!Saturnina dejó de limpiar las acelgas, se secó las manos en el delantal, y se fue a abrir la puerta suspirando y arrastrando sus babuchas con desgana. En cuanto le abrió, el viejo entró con soberbia y sin permiso. Así se cobraba aquel hombre los favores. Se paseó junto a la mesa de la cocina como un patrón por su terruño vigilando a los jornaleros. Soltó el periódico en la mesa como si fuera un fajo de billetes y lo golpeó un par de veces con el mango.—Me voy. Mira el periódico, tu chaval ha ganado un premio.Agarró la cesta de los huevos y se paró junto a la puerta antes de irse. La miró con una sonrisa de oreja a oreja, arqueó ambas cejas, dio un par de golpes en el suelo con el bastón, y se marchó cerrando de un portazo.#Anarcoprimitivista con apendicitis gana el premio Darwin 2028.Ante la avalancha de correos electrónicos, el panel del premio Darwin ha decidido adelantar el veredicto de este año, en una decisión unánime y sin precedentes desde su creación en 1993. Los profesionales del Hospital de las Mercedes no pudieron hacer nada para salvar la vida de un joven de 23 años, que llegó a sus instalaciones con una peritonitis avanzada en la madrugada de este 27 de marzo de 2028. En una muestra de obstinada coherencia, el consecuente muchacho no dijo una sola palabra desde que llegó postrado al hospital —gracias a la ayuda de una anciana vecina de Paupervilla de la Sierra—, hasta su desgraciado final. Recordemos que además de toda la tecnología que rechazan por conducir inevitablemente a nuestra decadente civilización, los anarcoprimitivistas extremos están en contra de la comunicación simbólica, y por tanto, de la palabra.Bueno, en realidad sí que pronunció algo antes de fallecer, pero fue demasiado tarde. Dexketoprofeno, esa fue su última palabra. Según su enfermera, mientras expiraba, agarrándole la mano, el joven le susurró: “Dexketoprofeno. Sí que soy alérgico a algo, al Dexketoprofeno”.
Una joven mallorquina ha resultado atropellada después de participar en un reportaje que estaba elaborando la televisión pública de las Islas Baleares en el que se preguntaba a los usuarios de patinetes si conocían la normativa.
Las imágenes de las zonas rurales de Indonesia del fotógrafo Rarindra Prakarsa –quien reside en Yakarta– parecen fotogramas de películas. Empapadas de una luz espectacular, sus obras transforman los acontecimientos cotidianos –como dos personas en el trabajo o un hombre fumando una pipa– en narrativas conmovedoras y despiertan la sensación de que estas tomas son solo una parte de una historia épica.
Durante treinta años, el modelo chileno se ha citado como ejemplar para Latinoamérica, pero lo que se ocultaba detrás, acaba de estallarle en las manos a la clase dirigente del país sudamericano.