Es una suerte que no todos los hijos de puta lleguen a tener a su disposición los recursos de todo un gobierno. Lástima de los sádicos que si lo hacen.
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#11 Fui enormemente afortunado, porque me educaron en la humildad absoluta. Llegó a un punto que me pasé y me avergonzaba de ser quien soy. Mis amigos del instituto lo descubrieron a los dos años cuando una profesora se fue de la lengua. Toda mi vida he dicho que tengo más años de los que tengo realmente porque si decía mi edad sabrían que me había "saltado" un curso. Aún ahora cuando me la preguntan me la tengo que pensar porque no recuerdo si la edad que se me viene a la mente es mi edad real o la edad que digo. Mi primera pareja tardó dos años en saber mi edad. A día de hoy no lo pregono, pero tampoco lo oculto.
Supongo que eso se debe a algo que me marcó. Cuando me subieron de curso, una chica del nuevo año me trataba con mucho desprecio, hasta que me preguntó si yo era más listo que ella. Yo le dije: "No, mujer, soy más listo que los de mi edad, pero tú al tener un año más siempre serás más lista".
Desde aquella me trató genial.
Aprecio la inteligencia, claro, y las personas inteligentes me fascinan y hasta me ponen cachondo. Pero jamás desprecio a nadie por ello, porque soy consciente de mis propias limitaciones. Veo la inteligencia alta como una joya en bruto. Sabes la última persona que conocí que me impresionó en ese aspecto? Un camellito de mi ciudad, que hacía cálculos sobre gramos de marihuana con una habilidad sobrehumana y hablando con él descubrí una cultura amplísima y una inteligencia afilada como una navaja de afeitar. Odio el clasismo y la discriminación y por ello soy consciente que casi cada persona tiene algún talento oculto y que me puede enseñar cosas.
A ese respecto veo a absolutamente todas las personas como maestras. No soy arrogante con ellos, soy inquisitivo porque quiero pasar la info de su cabeza a la mía. Mi mejor amigo me dice que soy la persona más inteligente que conoce pero no por mis capacidades, sino por mi pasión por aprender absolutamente lo que sea.
Dicho esto, pensamos así los que hemos tenido la suerte de tener unos padres razonables y humildes y buenas habilidades sociales. Hay padres que no dejan de recordar a su hijo lo especial, listo y superior que es, lo que los termina convirtiendo en levemente gilipollas.
Y luego está el caso de tener pocas habilidades sociales. La arrogancia y el desprecio es un mecanismo de defensa. Es más reconfortante pensar "No me aceptan porque soy superior" que pensar "No me aceptan porque no les caigo bien".
Te pondré un ejemplo real que lo ilustra a la perfección: un chico muy listo con muchos problemas con sus compañeros de colegio, los padres terminan cambiándolo. Otros amigos, otra oportunidad. El primer día de clase, en el recreo, lo escogen de último para hacer equipos y jugar al fútbol. Normal, no saben cómo juega y no tiene pinta deportista.
Al chaval no se le ocurre otra cosa que gritarles: "Que sepáis que soy más listo que vosotros, soy mejor y me da igual que no me escojáis, no pienso jugar con vosotros". Claro, automáticamente lo cruzaron. Cuento esta historia porque revela el origen de su prepotencia: cuando se ha sentido excluido ha recurrido a la ficción de que lo hacen porque él es mejor.