La Sociedad besuguizada que ve telebasura, son compradores compulsivos,consumistas desaforados y analfabetos por deseo propio. Todo un autentico drama.
Portada
mis comunidades
otras secciones
Yo, sin embargo, recomiendo leer "Rebelarse vende: el negocio de la contracultura"
Y de paso, pongo un extracto del inicio, que viene a cuento: http://es.wikipedia.org/wiki/Rebelarse_vende
“Basta con repasar la lista de los libros más vendidos de los últimos tiempos: los ensayos más populares son aquellos que critican el consumismo, como No Logo, Culture Jam, Luxury Fever o Fast Food Nation. «El mercado ha respondido con una abundante oferta de productos y libros anticonsumistas». En la última década, dos de las películas con mayor éxito de público y de crítica han sido El club de la lucha y American Beauty, invitaciones casi idénticas a rebelarse contra el sistema actual. Una de las revistas más vanguardistas y cool de Norteamérica, la contracultural Adbusters, se opone radicalmente al consumo, pero puede encontrarse en cualquier tienda. Creada en 1989 como publicación contra «la propaganda y la mentira imperantes», Adbusters se convirtió en el buque insignia del movimiento contracultural. Su director, Kalle Lasn, aseguró en 1999 que el bloqueo cultural equivaldría a los derechos civiles de los sesenta, el feminismo de los setenta y la protección medioambiental de los ochenta. Pero en septiembre de 2003, la revista Adbusters comenzó a aceptar pedidos de Black Spot, unas zapatillas de deportes «subversivas» fabricadas por ellos mismos que hoy se pueden comprar en Internet por la friolera de 120 dólares. «A partir de ese día, nadie con dos dedos de frente siguió pensando que existiera un enfrentamiento entre la cultura tradicional y la cultura alternativa. A partir de ese día quedó claro que la rebeldía cultural, tal y como la plantea la revista Adbusters, no supone una amenaza para el sistema, sino que es el sistema», afirman Heath y Potter. ¿Se vendió Adbusters al sistema? No se ha vendido, concluyen, porque no tenía una doctrina revolucionaria que vender. «Lo que defendía, sencillamente, era una versión recalentada de la teoría contracultural que la izquierda ha abanderado desde la década de 1970. Y esta doctrina, lejos de ser revolucionaria, ha sido uno de los motores del capitalismo consumista de los últimos cuarenta años», sentencian los autores.
LO MALO ES LO QUE COMPRAN LOS DEMÁS
Lo que vemos en películas como American Beauty y El club de la lucha no es realmente una crítica al consumismo, sugieren los autores, sino una crítica a la sociedad de masas. (...)
Al principio de No Logo, recuerdan Heath y Potter, Naomi Klein se lamenta de la conversión de los lofts de su vecindario de Toronto en condominios que ya nada tienen que ver con la estructura de la fábrica originaria. Ella aclara al lector que sigue viviendo en un loft genuino, como si esto constituyera una rebelión contra el consumismo. Paradójicamente, este tipo de construcciones en Toronto son tan caras como inalcanzables para el común de los mortales; y se han convertido en un must entre los que quieren diferenciarse de los demás. Vemos que lo alternativo, después de todo, no es más que esnobismo y obsesión por la individualidad disfrazado de protesta. «Una gran parte de lo que se considera radical, subversivo o transgresor no lo es en absoluto. Basta con mirar diez minutos MTV para comprobar lo absurda que es esta teoría.» Quienes aceptan la crítica de la sociedad de consumo, sostienen los autores, pecan de ingenuidad. «Al leer la lista de bienes de consumo que (según el filósofo y psicólogo francés Jean Baudrillard) la gente no necesita, lo que leemos es una lista de bienes de consumo que no necesita un intelectual de mediana edad. Cerveza Budweiser no, whisky escocés de malta sí; películas de Hollywood no, teatro vanguardista sí, coches Chrysler no, coches Volvo sí, hamburguesas no, risoto sí». «En otras palabras, el término “consumismo” siempre parece afectar sólo a lo que compran los demás. Por eso da la impresión de que la supuesta crítica al consumismo es puro esnobismo mal disimulado, o, peor aún, puritanismo.»
EL HEDONISMO COMO DOCTRINA REVOLUCIONARIA
En la década de 1960, los hippies declararon su implacable oposición al «sistema». Renunciaron al materialismo y a la avaricia, rechazaron la censura y la estandarización y se propusieron crear un mundo nuevo basado en la libertad individual. Sin embargo, reflexionan los autores, tan buenas intenciones no parecen haber dado resultado. Cuarenta años después, el sistema no sólo no ha cambiado demasiado, sino que se ha fortalecido y mantiene sus jerarquías de siempre. Al fin y al cabo, afirman Heath y Potter, el individualismo que promueve la contracultura es la llama que alimenta al capitalismo: si a todos nos diera lo mismo ser igual que el vecino, nadie se esforzaría por distinguirse de la masa a través de los bienes que compra. La solución que proponían los hippies y que proponen los alternativos de hoy se basa en el hedonismo —la diversión es el acto transgresor por excelencia—. Aquellos hippies de los sesenta fueron los que transformaron un coche típico del nazismo, el escarabajo de Volkswagen, en un símbolo de la rebeldía juvenil anti-represión. Son los mismos que, cuando vieron crecer su prole, decidieron cambiar el escarabajo por el Ford Explorer, símbolo de la libertad y de los viajes sin barreras. «Si la generación de los sesenta parecía estar obsesionada con los coches, la Generación X parece estarlo con el calzado», afirman los autores. Las ruidosas campañas contra Nike han abierto un jugoso mercado alternativo, del que se han aprovechado otras marcas como Vans, Airwalk y los mismos editores de Adbusters. La «rebeldía chic» ha resultado enormemente útil para vender millones de dólares en calzado. Además de calzado, se venden millones en viajes a tierras exóticas —Oriente y el Tercer Mundo se han convertido en el telón de fondo para los viajes iniciáticos personales—. Basta con escuchar uno de los temas más aclamados de Alanis Morisette «Gracias India», en el que la cantante agradece a todo un país su particular transformación interior. Aunque la medicina tradicional ha sido la única capaz de desterrar flagelos como la peste que azotó Europa en la Edad Media, la medicina alternativa gana adeptos entre los «pseudo-rebeldes», y también se transforma en un gran negocio: en 1997, informan los autores, los estadounidenses gastaron aproximadamente 30.000 millones de dólares en este tipo de terapias «no tradicionales». «Estamos ante el concepto de la contracultura en todo su esplendor. La población no se enfrenta a una clase dominante ni a un sistema opresor que les empobrece. El problema consiste en que están prisioneros en una jaula de oro y han acabado adorando su propia esclavitud. La “sociedad” les controla al limitar su imaginación y suprimir sus más profundas necesidades. Para solucionarlo, tendrían que huir de la conformidad. Es decir, deben rechazar la cultura por completo. No les queda más remedio que crear una contracultura basada en la libertad y la individualidad.»"