Lo que se dice en la Wikipedia es discutible. El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler tomó el poder, y ya en abril ofreció por iniciativa *suya* un Concordato a la Santa sede, cuyas cláusulas eran muy favorables a la Iglesia. No es cierto que la iglesia pidiera revisar el concordato.
En Roma, la Santa Sede no creía ni se fiaba de Hitler, pero se encontraba en la difícil situación de no poder rechazar, porque se trataba de un Concordato muy favorable.
Por tanto, la Santa Sede, aún no fiándose para nada de Hitler, firmó el Concordato. En la Curia romana sin embargo todos sabían que Hitler no observaría ni respetaría el concordato. A pocas semanas de la conclusión del concordato, el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, secretario de Estado, a la pregunta del diplomático británico: «¿Respetará Hitler el concordato?», respondió: «Absolutamente no, podemos sólo esperar que no viole todas las cláusulas a la vez».
Y en efecto, inmediatamente después de la firma, empezó la persecución de los católicos. Para defender a los católicos, la Santa Sede envió al Gobierno más de 50 protestas (cuyos textos se encuentran en el libro «Der Notenwechsel Zwischen Dem hailigen Stuhl Und Der Deitchen Reichsregierung» («El intercambio de notas diplomáticas entre la Santa Sede y el Gobierno del Reichstag – de la Ratificación de Concordato del Reich hasta la encíclica “Mit Brennender Sorge”»). (Matthias- Grunewald- Verlag – Mainz 1965).
A pesar de las protestas oficiales de la Santa Sede, los atropellos nazis se hicieron cada vez más incesantes en la educación, en la prensa, con la prisión de sacerdotes, etc., hasta el punto de que en 1936 la Conferencia Episcopal Alemana pidió una intervención pública.
Es una lección acelerada de historia para realmente comprender cómo se fue formando la leyenda negra sobre Pio XII.
En el se demuestra como Pio XII actuó contra Hitler, como escondió a cientos de judíos en sus aposentos Vaticanos, como escribió incluso hasta una encíclica contra el nazismo. Nadie se atrevió a tanto, ni los tan laureados partisanos que callaron durante mucho tiempo. Pio XII tenìa que actuar con mucho cuidado ya que estaba en peligro la vida de miles de sacerdotes.
El problema fue que el Vaticano también avisó del peligro comunista de Stalin y a partir de ahí toda el monumental aparato de propaganda soviético empezó a cargar... Leerse el artículo del enlace que adjunto y luego opinad.
Si te das cuenta, niguna de las fuentes que se citan en la noticia son católicas.
Y si miras en los enlaces de la derecha, verás mucho enlaces con otras muchas noticias que corrobiran lo que se cuenta en esta. El problema ha sido que los archivos vaticanos hace muy poco que desvelaron estos documentos, una vez finalizado el tiempo de espera pertinente antes de poder sacarlos a la luz
Mira, te copio una noticia de un periódico de tirada nacional hace poco, con fuentes alemanas
Himmler, el líder de las SS, fue el más radical de los nazis y, descontando a Hitler, el que más poder llegó a tener. Ésa es la tesis central del historiador Peter Longerich, desplegada en un monumental volumen en la editorial alemana Siedler con el título «Heinrich Himmler, biografía». El jerarca nazi dejó escrito un diario, comentarios de libros y mucha correspondencia que han permitido a Longerich adentrarse en su pensamiento. Himmler consideraba al cristianismo como «la peste más grande que se ha generado en la historia». Aunque su madre había sido católica y devota, las lecturas esotéricas y la búsqueda de la superioridad aria llevaron al joven a odiar la noción misma de pecado, de amor y la debilidad del Cristo crucificado. «La imagen sosa del crucifijo» En 1928, Heinrich Himmler se convertía en jefe de las SS, las fuerzas de choque nazi. Su pasión y eficacia le convirtieron en la mano derecha de Hitler. Antisemita furibundo, consiguió tener bajo su mando los campos de concentración y de exterminio del régimen. Fue, por lo tanto, el responsable más directo del Holocausto. En 1937 explicaba a las juventudes hitlerianas la diferencia entre el crucifijo, «esa imagen sosa del fracaso» y «nuestros dioses, guerreros armados, que representan las verdaderas características de nuestra raza, la confianza y voluntad de obtener y ganar». El crucifijo expresaba «humildad y autonegación, cualidades decadentes que nosotros, conscientes de nuestra vocación heroica, debemos repudiar. La… » ver todo el comentario
En Roma, la Santa Sede no creía ni se fiaba de Hitler, pero se encontraba en la difícil situación de no poder rechazar, porque se trataba de un Concordato muy favorable.
Por tanto, la Santa Sede, aún no fiándose para nada de Hitler, firmó el Concordato. En la Curia romana sin embargo todos sabían que Hitler no observaría ni respetaría el concordato. A pocas semanas de la conclusión del concordato, el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, secretario de Estado, a la pregunta del diplomático británico: «¿Respetará Hitler el concordato?», respondió: «Absolutamente no, podemos sólo esperar que no viole todas las cláusulas a la vez».
Y en efecto, inmediatamente después de la firma, empezó la persecución de los católicos. Para defender a los católicos, la Santa Sede envió al Gobierno más de 50 protestas (cuyos textos se encuentran en el libro «Der Notenwechsel Zwischen Dem hailigen Stuhl Und Der Deitchen Reichsregierung» («El intercambio de notas diplomáticas entre la Santa Sede y el Gobierno del Reichstag – de la Ratificación de Concordato del Reich hasta la encíclica “Mit Brennender Sorge”»). (Matthias- Grunewald- Verlag – Mainz 1965).
A pesar de las protestas oficiales de la Santa Sede, los atropellos nazis se hicieron cada vez más incesantes en la educación, en la prensa, con la prisión de sacerdotes, etc., hasta el punto de que en 1936 la Conferencia Episcopal Alemana pidió una intervención pública.