La entrada que publiqué la semana pasada sobre la jornada laboral española suscitó un comentario muy pertinente de Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide. El profesor Hidalgo, y después otros, señaló que sería oportuno desglosar la duración de la jornada laboral entre trabajadores a tiempo completo y trabajadores a tiempo parcial.
Cuando estudias en el instituto la historia de la Ilustración, los profesores suelen convenir que para que este movimiento se pusiera en marcha, tuvo mucha importancia la Enciclopedia en la que Diderot y D’Alembert reunieron los saberes de la época. Esta colección de libros, que se publicaron entre 1751 y 1772, encarnó los máximos ideales del siglo XVIII: la fe en la razón y en la difusión del conocimiento, con una ideología laicista, pragmática y materialista.Aunque en aquella época había más diccionarios enciclopédicos, es la de Diderot y D’Alembert la recopilación que tuvo más recorrido, que llamó la atención de intelectuales de la época como Voltaire que ensalzó su tarea tan solo un año después de la publicación del primer tomo. Sin embargo, pronto empezaron a escucharse voces en contra de los libros, y sobre todo de artículos en concreto.Por ejemplo, en el artículo en el que se hablaba de Ginebra, D’Alembert señalaba que era una capital intelectual sin teatros y que toda actividad teatral era perseguida allí. Rousseau se tomó el artículo como algo personal y escribió su famosa “Carta sobre los espectáculos” en la que señalaba que el teatro corrompía las buenas costumbres porque presentaba de manera lúdica las pasiones y los vicios. El enciclopedista, que no quería meterse en polémicas, dio un paso atrás y se quedó al mando solamente de la sección de matemáticas para no volver a tener confrontaciones.El estamento clerical tampoco acogió los apuntes religiosos de buen grado, y el padre jesuita Berthier atacó la Enciclopedia desde el principio, pese a que Diderot intentaba calmar sus ánimos con cartas explicativas. De hecho, los jesuitas amenazaron varias veces al editor de los libros con iniciar una campaña contra él si no les dejaban controlar al menos los artículos que hablaban de religión y de hecho lograron prohibir su publicación en 1752 hasta que la intervención de Madame Pompadour, amante del rey, les otorgó su protección y pudieron seguir con su trabajo.Los cacouacsEn 1757 comenzaron a aparecer artículos en el Mercure de France sobre una tribu salvaje recién descubierta que recibía el nombre cacouacs, cuyos miembros eran unos bárbaros irredentos. Los artículos fueron seguidos por varios libros de Nicolas Moreau y del abad de Sain Cyr, confesor del Delfín. La palabra cacouac proviene del griego kakos y del francés couac, y ambos términos significan malvado. Con él se refería a los filósofos, que eran como querían ser llamados los enciclopedistas, y se explicaba que el país de esta tribu se hallaba cerca de los 48 grados de latitud Norte, o sea, la misma que París.Tanto en los artículos como en los dos libros que se publicaron sobre el tema de los cacouacs se indicaba que estos indígenas eran apátridas y que no creían en la verdad absoluta. Esta tribu estaba formada por individuos muy belicosos que no reconocían ninguna autoridad y su principal arma era la fuerza de la palabra. Aunque en las páginas de Moreau no se menciona a la Enciclopedia de manera explícita, sí que queda claro el mensaje al leer sus palabras. El libro de la “Historia de los cacouacs” trata sobre un joven que cae en manos de esta tribu, que intenta adoctrinarle con sus ideas mediante libros y discursos.Al libro de “Historia de los cacouacs” de Moreau le sigue otro titulado “Catecismo de decisiones en problemas de conciencia para el uso de cacouacs” firmado por el abad Giry de Saint Cyr y que está trufado de citas de Diderot, La Mettrie y otros autores junto con artículos de la Enciclopedia. En esta obra, el abad va repasando las ideas de los cacouacs sobre materias teológicas y cómo se debe catequizar a los salvajes.El término cacouac caló en la sociedad y se usó como término para designar a los editores de la Enciclopedia de manera peyorativa, y se consideraba a Voltaire como el “patriarca de los cacouacs”. Si queréis leer más sobre esta polémica, en este libro hay bastante información y claro, siempre podéis buscar los libros sobre cacouacs aunque no estoy segura de que la sátira dieciochesca siga funcionando igual de bien ahora.
“Princesa iraní Qajair. Tuvo 145 pretendientes de la alta nobleza y 13 de ellos se quitaron la vida a su rechazo [sic], Se consideraba el símbolo de la perfección y la belleza. Primera imagen: sin afeitar. Segunda imagen: recién afeitada”. Posiblemente te has topado últimamente con este meme en tu muro de Facebook. La fuente en castellano es la página mexicana Está en la Historia, donde ha sido compartido más de 90.000 veces desde el pasado 7 de septiembre, aunque la versión en inglés, con el mismo texto, lleva un rato circulando por las redes.
Ese pequeño aparato en manos de Steve Jobs sobre el escenario de la MacWorld de 2009 cambió la forma en la que el mundo se comunica, o al menos está ayudando mucho a que así sea. Más de 1.200 millones de teléfonos tienen la culpa de que la década más gloriosa de Apple esté ligada a un dispositivo móvil, no a un ordenador, o a un sistema operativo.
Si hay una serie neoyorquina por excelencia, esa es Friends, la serie sobre las vidas de seis amigos en la ciudad de Nueva York. Y eso a pesar de que en realidad se rodase en el otro extremo del país, en los estudios Warner Brothers de Los Ángeles, California. Durante la historia de Friends, entre 1994 y 2004, sucedió el atentado más grave de la historia de Nueva York: el ataque a las torres gemelas en 2001. Para una serie tan neoyorquina y además una comedia, es difícil de encajar un suceso así.
Su escudo representa dos caballeros a lomo del mismo caballo, como símbolo de pobreza, y en el imaginario colectivo la Orden del Temple la constituían unos formidables guerreros-monjes que hacían y deshacían a su antojo durante la Edad Media. Hoy quiero ir algo más allá de la típica historia de los monjes que con sus espadas defendían a los peregrinos que iban a Tierra Santa y profundizar en su faceta de banqueros.El origen de los templarios lo tenemos hacia 1118 o 1119 cuando Hugo de Payns se ofrece al rey Balduino II de Jerusalén para defender a los caballeros que volvían a Europa procedentes de la Primera Cruzada. La del Temple no era la única orden destinada a este fin, pero sí fue la orden que tuvo más éxito con el correr de los años, y durante dos siglos acapararon bastante poder.Los monjes templarios se distinguían por su piedad, por su honestidad y por su valor, y muy pronto crecieron las vocaciones, lo que provocó el ingreso de numerosos aristócratas en sus filas. También creció su fama de honestidad y eficiencia, lo que hizo que muchos nobles les dejaran herencias y depósitos financieros para que los custodiaran y gestionaran.El dinero que ganaban los templarios lo empleaban en defender y ayudar a los peregrinos a Tierra Santa, que al volver a sus casas quedaban tan agradecidos que a su vez donaban dinero y tierras a la orden, que acumuló grandes riquezas muy rápidamente, pese a que tenían voto de pobreza. La explicación a esto está en que no aspiraban a la pobreza material, sino a ser “pobres en Cristo”, o sea enfocar toda su vida al cristianismo. De hecho, la finalidad última de la orden era acumular dinero y tierras para poder ayudar mejor a luchar en Tierra Santa y no estaban autorizados a quedarse con nada de sus ganancias.Este enfoque total a la defensa de los cruzados conllevaba que aquellos que se apropiaban de dinero o de objetos de la Orden sufrieran muy graves castigos. Un templario no podía poseer más de cuatro denarios y cualquier cifra de dinero que superara esta cantidad (que era bastante exigua para la época) se consideraba hurto. Para los monjes, esta disciplina férrea acarreó una reputación de honestidad intachable y atrajo la confianza de las grandes fortunas y de los reyes de que su dinero estaba a salvo. Y si a esto le añadimos que no solo guardaban el dinero sino que conseguían aumentar el depósito gracias a inversiones, es la clave del éxito de estos caballeros-banqueros.Las letras de cambio templariasUna manera de ayudar a los peregrinos y guerreros era monetariamente, claro está. Y esto no siempre se hacía gratuitamente, ya que era bastante habitual que un guerrero que partiera para Tierra Santa depositara en la encomienda templaria más cercana el dinero que pensaba que iba a necesitar para la hazaña, y de este modo se ahorraba tener que ir cargando con el oro por media Europa.A cambio del depósito, los templarios le daban una especie de “letra de cambio” con una codificación especial que podían mostrar en otras casas de la Orden para que le fueran dando su dinero a lo largo de la ruta o al final de la misma. Cuando el cambiarius o cambista veía el documento, le daba el dinero y así no arriesgaba su fortuna en caso de robo, naufragio o pelea.Las encomiendas templarias funcionaban como auténticos bancos que ofrecían cuentas corrientes a los clientes que tenían repartidos por todo el continente. Los reyes aprovecharon este servicio para hacer transferencias de dinero entre Francia e Inglaterra, pero también hacia Tierra Santa cuando necesitaban dinero en metálico para ayudar a las tropas.Precursores de los créditos personalesConforme iban acumulando riqueza, comenzó a ser frecuente que los monjes hicieran préstamos personales, como por ejemplo a comerciantes y reyes para pagar grandes gastos, como un rescate o una dote (cosa que sucedió con la dote de Berenguela, hija de Alfonso X, que debía aportar 30.000 marcos de plata si quería casarse con el rey de Francia). Los templarios eran unos cobradores inmisericordes y si no se devolvía el préstamo a tiempo se imponían multas o se podían perder los bienes que habían dejado en prenda. Una de las personas que se demoró en el pago fue el rey Felipe IV de Francia (alias el Hermoso) que acabó convenciendo al Papa para que disolviera la orden y así no tener que devolver el crédito.Para pedir un préstamo era habitual que los monjes solicitaran algún tipo de garantía que podía ser una joya o un tesoro. En Francia, cuando se disuelve la orden aparecen en el inventario de los templarios todo tipo de artículos, desde vajillas de gran valor, reliquias e incluso ropa femenina de seda.La caja de seguridad templariaAdemás de dinero, los templarios tenían en sus arcas valiosos tesoros, y no siempre eran objetos empeñados a cambio de dinero. Sabedores de su eficacia y honestidad, los reyes y los nobles confiaban en la Orden del Temple para poner a salvo sus bienes más preciados. Juan Sin Tierra depositó entre 1204 y 1205 las joyas de la corona inglesa.En otra ocasión, otro rey inglés, Enrique III, envió las joyas de la corona a la reina Margarita para que las guardara en el Temple de París y así mantenerlas a salvo de una revuelta de barones que se estaba fraguando en Londres. Los templarios también podían ser depositarios de importantes documentos, como tratados, herencias o títulos de propiedad, con la seguridad de que no caerían en las manos erróneas.Ni su honestidad ni su gran poder económico lograron detener la debacle de la orden, y cuando el rey Felipe IV de Francia convenció al papa de que los templarios no eran honestos y que eran un peligro para el poder papal, este decidió disolverla. Por cierto, todos los bienes de la Orden del Temple pasaron a la corona francesa.La foto as usual es de Wikipedia, y si queréis leer más, me ha parecido muy interesante el libro de José Luis Corral "Breve historia de la Orden del Temple".
Ya lo dijo Miss Panamá en un discurso incontestable: “Confucio fue uno de los inventores de la confusión”. Tiene todo el sentido que, presas de la confusión, los seguidores de este “chino-japonés” se hagan la picha un lío con los referentes culturales de Occidente, origen y mercado de las baratijas que inundan nuestros bazares y mercadillos.
Corría el año 1812 y Napoleón estaba en plena campaña de conquista de Rusia. El francés ya llevaba tres meses batallando más allá de los Urales y el 14 de septiembre pudo, por fin, divisar las brillantes cúpulas de las iglesias ortodoxas de Moscú. El emperador venía de vencer a los rusos en Borodino y supuso que conquistar la capital acabaría con la guerra con una total derrota de sus adversarios.Las tropas francesas se quedaron asombradas del tamaño de la capital rusa, que a la sazón ocupaba 340 hectáreas y contenía más de 450 fábricas y talleres y numerosos palacios y edificios notables. Sin embargo, algo no iba según lo esperado y los soldados notaron pronto que habían llegado a una ciudad fantasma, ya que no había ni rastro de los 270.000 moscovitas que la habitaban. El Conde de Ségur cuenta en su libro sobre la campaña rusa que “no se ve una sola chimenea de la que salga humo; ni el más ligero ruido brota de aquella inmensidad”. De hecho, cuando entra el emperador en la ciudad se queda asombrado de que nadie salga a recibirle y a pactar la rendición de la ciudad, como era habitual cuando se ganaba una plaza.Mientras Napoleón se instala en el Kremlin, el general Mortier es designado gobernador militar de la ciudad, y su misión era impedir destrucciones y saqueos. El emperador está encantado de habitar el palacio de los zares y se dedica a disfrutar de su victoria.Esa misma noche, relata el conde de Ségur, “una claridad extraordinaria despertó a los oficiales, que pudieron presenciar cómo las llamas devoraban la elegante y noble arquitectura de los palacios”. Se trataba de un incendio que tenía muchos focos y que se propagaba rápidamente. La ciudad pronto fue pasto de las llamas, que llegaron cerca del Kremlin, donde se guardaban reservas de pólvora, por lo que se decidió que Napoleón esperaría en un palacio a las afueras de la ciudad, de la que ardieron tres cuartas partes.Cómo se originó el gran incendio de Moscú de 1812Ha habido varias teorías sobre el origen del fuego, y aunque la propaganda rusa al principio culpó a los franceses de él (diciendo que hicieron hogueras descuidadamente en mitad de una ciudad en la que la mayoría de edificios eran de madera), hoy se considera probado que el responsable fue el gobernador de Moscú, el conde Fiodor Rostopchin.Tras la derrota de Borodino, el general Kutuzov decidió replegarse hacia el Este en vez de defender la capital, para poder reagruparse. Este gesto fue visto como una cobardía por parte de Rostopchin que tenía sus propios planes.Los ciudadanos moscovitas fueron evacuados al ver el avance de la Gran Armada, mientras ponían a salvo los archivos, las bibliotecas y los tesoros de la ciudad para que no cayeran en manos de los franceses, que eran conocidos por los saqueos tras sus conquistas. Los ciudadanos, que estaban asustados por las historias de lo sádicos que eran los invasores, se escondieron en los bosques cercanos a la capital mientras pasaba la batalla.La noche anterior a la entrada de Napoleón a la ciudad, Rostopchin se reunió con sus lugartenientes y ordenó que se prendiera fuego a la ciudad. Eligieron los puntos clave para que el incendio se extendiera rápidamente, prepararon artefactos incendiarios y liberaron a varios delincuentes (“harapientos y de rostro patibulario”, según el conde de Ségur) para que ejecutaran el plan a cambio de su libertad.Los incendios se extendieron por toda la ciudad, comenzando por diversos puntos diferentes y propagándose por unas casas de madera que estaban secas después del cálido verano. Esta fue la señal que aprovecharon los saqueadores para dar rienda suelta a su avaricia.Los saqueadores eran soldados franceses pero también oficiales y generales, que se decían a sí mismos que, como los cuadros y los tesoros iban a arder de todas maneras, era preferible sustraerlos. Los soldados de a pie entraban en las casas, desvalijaban a los vecinos y propinaban palizas a quien se resistiera. Incluso las cantineras francesas ayudaron en el saqueo, robando a las mujeres rusas sus objetos de valor.En tres días desaparecieron 6.400 viviendas, cientos de tiendas y almacenes, 122 iglesias, la biblioteca Buturlin y la universidad. Tras el fuego se hallaron 12.000 cadáveres, incluyendo 2.000 soldados rusos que estaban heridos y no pudieron huir.Una vez sofocado el incendio (no sin dificultad porque Rostopchin había mandado destruir los equipos de los bomberos), Napoleón comenzó a negociar con los rusos desde su capital. Cuando en octubre comenzaron a caer las primeras nevadas, el emperador dio orden de volver a Francia, en un trayecto que fue especialmente duro tanto por el frío del invierno como por el acoso del ejército del zar.El cuadro es El gran incendio de Moscú de Adam Albrecht.
Los esclavos eran fundamentales para la economía romana, que no se habría sostenido tanto tiempo si hubieran tenido que pagar un sueldo a toda esta mano de obra gratis que ejercía trabajos que iban desde la agricultura a la minería, pasando por los trabajos domésticos, cocina, educación o incluso entretenimiento. Hay fuentes que dicen que en el Imperio Romano había entre un tercio y una quinta parte de población esclava, y era habitual que, mientras el emperador tenía unos veinte mil a su servicio, un romano rico podía contar con unos quinientos en su casa.Había muchos esclavos de nacimiento, que eran a su vez hijos de esclavas pero también podían llegar a adquirir ese estatus por ser prisionero de guerra, a través de la piratería o del bandidaje. Además los niños que no eran reconocidos por sus familias solían correr la suerte de convertirse en esclavos una vez eran encontrados.Podríamos decir que la época de máximo esplendor del tráfico de esclavos en Roma se produjo entre los siglos II y I a.C, ya que fueron años de grandes guerras en el Mediterráneo. Los generales romanos volvían victoriosos a sus casas con un cargamento de prisioneros que pasaban, bien a servir a sus casas o a una subasta. Solamente en la primera Guerra Púnica se contabilizaron 75.000, para que os hagáis una idea.En los años de la República romana, los esclavos no tenían derecho a tener familia y por lo tanto estaba prohibido que se casaran o que reclamaran la paternidad sobre sus hijos. Los bebés cuando nacían pasaban a ser propiedad del amo y éste era el que decidía qué hacer con ellos. En algunas ocasiones eran los propios padres los que los mataban para que no corrieran su misma suerte, pero no era lo habitual; e incluso los amos podían decidir hacerlo sin tener que rendir cuentas a nadie.El trabajo de los esclavos en el campo y en la ciudadLos que vivían en una granja formaban una familia rustica. Sus tareas podían ir desde lo meramente agrícola a otras más artesanas, textiles o de construcción, y era frecuente que durante la época de recolección compartieran sus jornadas con personas libres que sí que cobraban por su trabajo.Debido a que los esclavos eran "caros" de mantener, cuando no tenían tareas agrícolas que desempeñar, podían ir a trabajar el resto del tiempo en minas, en las que las condiciones de trabajo eran extremadamente duras. Estas tareas las organizaba el virilicus, que era el esclavo que contaba con la confianza del amo, y que en ocasiones podía imponer duros castigos como ponerse a mover un molino en sustitución de una mula o de un caballo. Si había algún esclavo especialmente rebelde, se le recluía en el ergastulum, que era una especie de prisión donde se le encadenaba el tiempo que no estaba trabajando, aunque en ocasiones también se les obligaba a trabajar en estas condiciones. En los restos de Pompeya se han encontrado varios de estos recintos con personas encadenadas, a las que después de un análisis se les ha descubierto artritis y dislocaciones que pueden haber sido producidas por la desnutrición o por el exceso de trabajo.A cambio de su fuerza laboral, los esclavos recibían de los amos una túnica cada año, y un abrigo junto con un par de sandalias de madera cada dos años. Por supuesto la calidad de estas prendas variaba en función de lo que les valoraba su dueño y en estos casos los esclavos del campo solían ser los que salían peor parados.Los esclavos domésticos tenían mejor suerte, ya que solía haber prácticamente uno para cada función, que podía ser desde maquilladores, peluqueras, nodrizas, pedagogos, portadores de literas, músicos, lectores, cocineros, camareros… Cuando se revendían tenían más valor que los del campo porque, además de la fuerza laboral, eran mano de obra muy especializada. De hecho, los esclavos cocineros eran de los más cotizados en la antigua Roma.Las revueltas de esclavosComo podéis imaginar, en varias ocasiones los esclavos se organizaron para encararse a sus amos y tratar de recuperar su libertad. No tenemos testimonios de primera mano de los sentimientos de los esclavos contrariados, pero hasta nuestros días han llegado historias como la revuelta liderada por Espartaco en el año 73 a.C. Esta revuelta no era en contra de la esclavitud como tal, sino para lograr la libertad de las personas que formaban parte de ella. Espartaco era gladiador y convenció a su equipo para alzarse contra sus dueños. A él se unieron esclavos del campo e incluso algunos trabajadores libres, que llegaron a formar un ejército de entre 80 y 120.000 personas que consiguió derrotar al ejército romano en varias ocasiones, hasta que fue derrotado en Lucana donde unos piratas cilicios le traicionaron. Tras la derrota a manos de Craso y Pompeyo, seis mil esclavos fueron crucificados en la vía Apia, entre Capua (donde empezó la revuelta) hasta Roma, como escarmiento para futuros rebeldes. Prácticamente el resto de los sublevados fueron ajusticiados, según Plutarco que es el que nos ha dejado un relato más completo de esta revuelta.En menor medida, otra manera de rebelarse podía consistir en trabajar más despacio o en no hacer bien el trabajo que se les ordenaba. Bien es cierto que con estas artimañas se exponían a ser castigados si les pillaban, pero no tenían muchas otras alternativas mientras esperaban el momento de ser liberados.La liberación de los esclavosLa liberación de los esclavos podía suceder de varias maneras. Una de ellas podía ser porque el esclavo pagaba al dueño el dinero que le costó. Esto, aunque no era muy frecuente, sucedía con una regularidad suficiente como para dar esperanzas a los trabajadores.Otra manera de ganar la libertad era si a la muerte del amo, este lo establecía así en su herencia, en la que no solo decía qué esclavos quedaban libres sino que además se les asignaba dinero o posesiones para que comenzaran su nueva vida. Y por supuesto, los hijos de los libertos nacían libres en lo sucesivo.La imagen superior es de Pascal Radigue y la he encontrado en Wikipedia.
En el diccionario de la Real Academia se define reliquia como “parte del cuerpo de un santo” o “aquello que por haber tocado el cuerpo de un santo es digno de veneración”. Estas reliquias fueron uno de los objetos de deseo más potentes en la Edad Media, como atestigua el tráfico de huesos y partes de cuerpos de santo que se dio en aquella época y las luchas de poder que desencadenaron.El valor de estas reliquias residía en que los habitantes de la Europa Medieval pensaban que estos artículos tenían propiedades curativas y milagrosas, además de aportar cierto prestigio a sus poseedores. Además había una especie de estatus en la reliquia, y era más valiosa si pertenecía, en este orden: a Jesús, a la Virgen, a los apóstoles, a los primeros mártires y luego al resto de santos. Poseer una reliquia era visto como un símbolo de poder, tanto para una iglesia como para un particular, y al calor de esa demanda que no paraba de crecer afloró el tráfico de partes de cuerpo de santos por toda Europa. De hecho, hay hasta dieciséis cráneos de San Juan Bautista y nada menos que treinta y ocho dedos de este mismo señor, por no hablar de que la sábana santa que se guarda en Turín ha sido datada en la Edad Media por tres laboratorios diferentes.La Iglesia vio la que se le venía encima con tanto tráfico, robo y falsificación de reliquias que en el año 1215 dedicó el IV concilio de Letrán a exigir un “certificado de autenticidad” de las reliquias. Más adelante las reliquias fueron una excusa de las esgrimidas por Calvino para ridiculizar el fervor católicos, señalando las más llamativas de su época, como una esponja que afirmaba ser el cerebro de San Pedro o un hueso de ciervo que se veneraba como el brazo de San Antonio entre otras. ¿Qué podía ser una reliquia?Más allá de la definición de la Real Academia, si visitamos las iglesias católicas nos encontramos con un catálogo de anatomía bastante completo. Si os da curiosidad, podéis hacer turismo eclesiástico y ver artículos como la lengua de San Antonio, la sangre de San Pantaleón (que se licua), la famosa mano de Santa Teresa que decían que estaba siempre en la mesilla de noche de Franco, hasta trozos más pequeños como dientes, esquirlas de huesos y diferentes artículos, como la lanza de Longino que tantos buenos ratos nos ha dado de leyendas nazis.Estos trozos de santos se guardaban en relicarios, que podían ser desde una caja, a un busto con algún tipo de cajón para guardar los huesos (que no tenían por qué ser obligatoriamente un cráneo) a una representación de la parte del cuerpo que contenían, como era el caso del brazo de Santa Teresa o las manos que encabezan este artículo. Estos relicarios solían estar en las sacristías de las iglesias (de hecho hoy en día se pueden ver muchos si os gusta el turismo religioso) o en las habitaciones nobles de la casa de su poseedor. Hubo casos en los que se crearon templos completos para albergar las reliquias, como la basílica de San Marcos de Venecia, que se construyó después de que los venecianos robaran el cuerpo del evangelista a los egipcios (y que fue devuelto en parte en 1968). Aunque no tenemos que irnos tan lejos, porque en España tenemos la catedral de Santiago con una función similar. Una colección de reliquias bastante fácil de ver es la que perteneció a Felipe II y que está expuesta la basílica de El Escorial; los santos y mártires los encontraréis a la izquierda y las santas están a la derecha. El robo de reliquiasNo penséis que el robo de reliquias solo se practicaba en la Edad Media. En 1981 se llevaron a punta de pistola los restos de Santa Lucía (de cuerpo entero, esta vez) de la basílica de San Jeremías. De hecho, esta era la cuarta vez que el cadáver desaparecía de su emplazamiento, y es uno de los cuerpos más robados de todos los tiempos.También la historia de la momia de San Marcos puede ilustrar el modus operandi de los traficantes de reliquias: cuentan las crónicas que en el año 828 llegaron a Alejandría dos comerciantes venecianos, Buono da Malamocco y Rustico da Torcello. En ese viaje visitaron la iglesia del evangelista donde decían que se conservaban sus restos (cosa poco probable por el incendio que asoló la ciudad en el siglo IV). Los custodes de las reliquias les dijeron que la iglesia iba a ser destruida para construir una mezquita, por lo que los comerciantes sugirieron llevarse los restos del santo a su ciudad natal, Venecia. Para poder sacar de ahí los restos del santo, metieron las reliquias en un cesto que taparon con carne de cerdo, pensando que como los musulmanes no pueden tocarla se librarían de la vigilancia de los guardianes de la ciudad, cosa que sucedió. Las reliquias llegaron a Venecia y allí siguen, aunque algunos coptos opinan que les dieron gato por liebre y que en realidad los huesos venecianos pertenecen a Alejandro Magno y fue la manera de salvarlo de un hipotético expolio.Otro robo llamativo fue el de la cabeza de Santa Catalina de Siena, cuyo cuerpo está en la iglesia romana de Santa María Sopra Minerva. Esta vez fueron los monjes seneses los que sustrajeron la cabeza de la santa que aún hoy se puede ver en la basílica de Santo Domingo.La picaresca de los vendedores de reliquiasComo no hay muchos santos en el calendario (y en la Edad Media eran menos aún), se ingeniaron métodos para producir más material susceptible de convertirse en reliquia. Es llamativo el caso de Santa Úrsula, de la que se dice que fue martirizada por Atila cerca de Colonia cuando iba en peregrinación a Roma acompañada por once doncellas.Un documento de la época decía que Úrsula iba con “XI m virginum”, o sea, 11 mártires vírgenes, pero que se convirtió en once mil vírgenes, con lo que ya tenían barra libre para traficar con toda clase de huesos y telas de once mil mujeres en vez de solo once. Si os da curiosidad, podéis ver algunas de sus reliquias en el monasterio de Cañas en La Rioja.
Siguiendo la pista a personajes histórico cuyo nombre ha trascendido pero no para bien, fui saltando de la historia del barón de Münchhausen: ¿qué hay de cierta en la historia del barón más mentiroso del mundo?
Este verano el ingeniero de Google James Damore publicó un tratado sobre las diferencias de género en un foro interno de la empresa y posteriormente fue despedido. El texto encendió una tormenta de discusión sobre la discriminación sexual en Silicon Valley (...). La discriminación sexual y el acoso en la tecnología, y en la ciencia en general, es una razón importante por la cual las mujeres lo abandonan. Desde hace tiempo se habla sobre por qué las mujeres están subrepresentadas en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Los ordenadores personales esencialmente son cajas cuadradas en las que guardar los componentes principales, a las que hay que rodear de periféricos como monitores, teclados o ratones, para que la cosa funcione. Apple tuvo mucho que decir en este diseño inicial, pero también en los cambios de forma que llegaron en las siguientes décadas de evolución. Su Project Pomona fue un paso importante, bastante desconocido.
Lo admito, soy una persona bastante curiosa y a veces me engancho a historias que no puedo dejar de investigar. Esto me ha sucedido en los últimos días con Beatrice Cenci, que con tan solo 23 años entró en la memoria colectiva de Roma tras llevar a cabo un complot para matar a su padre (con ayuda de sus hermanos y su madrastra).Beatrice nació en 1577 y era la hija pequeña de un noble romano, Francesco Cenci. Francesco venía de una de esas familias súper ricas que tenía tierras ¡y un castillo! en la zona de los Abruzzos: Rocca di Petrella (quedaos con el nombre porque va a salir más veces). Pese a ello, a él lo que le gustaba era vivir en toda la pomada, y en el siglo XVI la pomada estaba en Roma, así que vivía cómodamente en las afueras romanas, en la campiña del Lazio.Francesco se casó con Ersilia Santacroce a los catorce años y tuvo con ella siete hijos. Beatrice era la menor de todos y fue una de las que acompañaron a su padre cuando se quedó viudo y se casó con Lucrezia Petroni en 1792. El conde era una joyita de señor, y ya desde niño apuntaba maneras con sus comportamientos violentos hacia los más débiles.Conforme fue creciendo, sus conductas violentas se redirigieron a su mujer, a sus hijas y a sus criados, a los que olvidaba alimentar o dar dinero para ropas. Este comportamiento trascendió hasta el Vaticano y el papa intervino para pedirle a Francesco que les diera de comer. En Roma corrían rumores de las numerosas amantes que tuvo mientras estaba casado con su segunda mujer y de las cosas que les obligaba a hacer en contra de su voluntad (“en contra de la naturaleza”, decían en los mentideros romanos). Cuando eres conde y te pasas la ley por el arco de TrajanoLa ambición y la conducta escandalosa de Francesco provocaba no pocas antipatías en Roma, donde incluso llegó a enfrentarse de manera directa con el papado que lo tenía en su punto de mira. En una ocasión fue juzgado por obligar a uno de sus criados menores de edad a practicar el “vicio nefando” (sic) y solo se libró de la hoguera a base de sobornos en los juzgados y alejándose un poco del Lazio donde vivía hasta el momento. Cogió sus bártulos y construyó un palacio en pleno gueto judío de Roma, pensando que al cambiar de ubicación al papa se le olvidarían sus pecadillos no sé si además se cambió el peinado o se puso gafas para hacer el típico truco Clark Kent/Superman.Hasta tres veces fue juzgado por este tipo de delitos (con niños diferentes) pero siempre conseguía escapar con unos pocos meses de cárcel y una multa, cosa bastante llamativa porque el delito de sodomía en aquella época conllevaba pena de muerte. Evidentemente, las leyes solo aplicaban a los que no eran condes y no tenían todo el dinero del mundo para no cumplirlas.A la casa del gueto judío le acompañaron su mujer, Lucrezia y tres de sus hijos (el resto estaban casados o muertos en duelos), y cuentan los romanos que en esa casa se sucedieron los actos violentos contra todos ellos. Incluso Beatrice acusó a su padre de haberla violado sucesivas veces y de maltratarla. Las autoridades pensaron que para creer a una muchacha mejor creían a un conde y no hicieron nada para ayudarla (ella había pedido además al papa que la dejara entrar en un convento para librarse del maltrato). Las autoridades romanas llamaron a Francesco para que informase acerca de las acusaciones y al poco lo devolvieron a su casa donde suponemos que se encontró muy feliz de ver a su familia y ya no les volvió a tratar mal (spoiler: no). Fue ese el momento en el que decidió desterrar a su familia en el castillo de La Rocca di Petrella donde podía visitarles cuanto quería, hacer su numerito y volver a Roma con su reputación intacta.En la Rocca, Francesco encerró a su hija y a su mujer en la misma habitación y las obligaba a acostarse con él a la vez y con acostarse ya imagináis que no quiero decir “dormir abrazaditos las noches de tormenta”. Además no les dejaba comunicarse con el exterior, y si lo intentaban redoblaba los castigos a los que las tenía sometidas. Un plan de asesinato con algunos flecos sueltosHartos de los malos tratos Beatrice trazó un plan con la colaboración de dos jóvenes, uno de ellos su amante, para acabar con Francesco. El amante, Olimpio Calvetti, intentó envenenar al conde pero no tuvo mucho éxito con ese método, aunque sí se quedó un poco atontado. Esta circunstancia la aprovecharon Beatrice y Lucrezia para golpearle la cabeza con una maza hasta matarlo.Con ayuda de los dos hermanos de Beatrice, arrojaron su cuerpo por un balcón para hacer que pareciera un accidente, y después abrieron un agujero en el suelo por el que supuestamente se habría caído. Pero nadie les creyó a la mañana siguiente cuando alertaron al castillo con gritos de la desaparición del conde.Tardaron un rato en recuperar el cadáver del fondo del barranco donde había caído y al examinar el cura el cuerpo se dio cuenta de que estaba demasiado frío para las horas que se supone que llevaba muerto. Bueno, y también sucedía que el agujero del balcón no era lo suficientemente grande como para que cupiera Francesco con él. Vaya, que el crimen tenía algún que otro cabo suelto.La guardia papal investigó el asesinato y torturó hasta la muerte tanto a Olimpio como al otro cómplice (que, todo sea dicho, murieron sin contar la verdad) pero poco después la familia explicó lo sucedido. Los hijos y la mujer del finado fueron hallados culpables y condenados a una ejecución ejemplar resulta que en aquellos años estaba muy de moda matar a los nobles, sobre todo por cuestiones financieras y no querían que cundiera el ejemplo.La opinión pública se puso inmediatamente de parte de Beatrice, ya que era público y notorio que Francesco Cenci era un bicho malo. Y además acusaron al papa de querer quedarse con las posesiones de la familia aprovechando la coyuntura, pero Clemente VIII no cedió (ya que por lo visto solo era clemente de nombre y/o para comportamientos pecaminosos de nobles). De hecho las protestas en Roma fueron bastante violentas y provocaron un aplazamiento en la ejecución de la sentencia.Giacomo, el hermano mayor, fue descuartizado en el puente de Sant’Angelo el 11 de septiembre de 1599. Le siguieron su madrastra y Beatrice que fueron decapitadas. El hermano pequeño, Bernardo, fue obligado a ver las ejecuciones y le condenaron a galeras de por vida. Beatrice en el corazón de los romanosEl cuerpo de Beatrice fue sepultado bajo el altar de la iglesia de San Pietro in Montorio y los bienes de su familia fueron a engrosar las arcas del papado. Beatrice Cenci es venerada en Roma como una auténtica santa laica y es el referente de la lucha contra los abusos de la nobleza y del poder.Dicen los romanos que su fantasma vaga la víspera del aniversario de su muerte por el puente de San’Angelo, muy cerquita del Vaticano, con su cabeza bajo el brazo. Pero yo no lo he visto así que os lo cuento así como dato pintoresco.Su historia ha inspirado a todo tipo de artistas pero sobre todo durante el romanticismo. Percy B. Shelley, Stendhal o Dumas contribuyeron a engrandecer su leyenda. Además, si tenéis curiosidad, os invito a que paséis por el Palacio Barberini donde se puede ver el único retrato que le hicieron en vida a Beatrice, por el pintor Guido Reni que visitó la cárcel y se quedó impactado por la joven. El escritor Nathaniel Hawthorne lo ha calificado como “la imagen más triste jamás pintada”.Podéis leer más cosas sobre Beatrice, además de en los libros de los autores que os he mencionado, en Biblioteca Negra, Atlas Obscura
La historia de la humanidad está cuajada de movimientos nacionalistas y xenófobos, pero hoy quiero fijarme en el movimiento de los Know nothing, uno de los primeros partidos políticos nacionalistas estadounidenses surgido a mediados del siglo XIX. Poneos en situación: en aquellos años EEUU es un país con menos de un siglo de historia, poblado sobre todo por personas blancas, anglosajonas y protestantes. Estas personas ya se consideran nativas (aunque en realidad todas fueran inmigrantes europeas y no llevaban en el continente más que unas décadas) y formaban una sociedad homogénea de unos veinticinco millones de almas que se habían independizado de la Corona Británica y se estaban organizando aún.Entre 1831 y 1840 vieron arribar a sus costas más o menos medio millón de europeos, y el número se disparó a partir de la gran hambruna que sufrió Irlanda en 1845. Por lo tanto, cerca de la mitad de nuevos habitantes que llegaron a Estados Unidos eran católicos, sobre todo irlandeses pero también alemanes. Eran personas pobres en busca de un futuro. No estaban formadas y como venían de pasarlas canutas en el Viejo Mundo, al llegar a América no le hacían ascos a ningún trabajo, por bajo que fuera su sueldo.El sentimiento de rechazo ante estos nuevos americanos dio lugar a una corriente política de los llamados “nativos americanos” o “nativistas”, que creían que había una conspiración católica para quitarles la libertad de culto y otras libertades civiles que habían logrado durante la independencia. Esto dio lugar a que en 1835 se fundara en Nueva York la Asociación Democrática de los Nativos Americanos que tuvo bastante éxito electoral al menos al principio.Las ideas de los nativistas se expandieron por otras ciudades como Boston o Filadelfia donde en 1844 dos “motines nativistas” culminaron con más de veinte muertos y dos iglesias católicas destruidas. Los argumentos eran que los católicos que arribaban a sus costas venían comandados por los obispos que controlarían a muchos votantes. Además aceptaban trabajos poco cualificados a cambio de salarios muy bajos y provocaban una bajada en las retribuciones laborales (lo cual les venía muy bien a los patrones y no tanto a los obreros).Según los know nothing, el Papa Pío IX había colaborado para que la revolución liberal de 1848 fracasara y que quería hacer lo mismo con la independencia de EEUU. De hecho, un clérigo de Boston describió al catolicismo como “el aliado de la tiranía, el oponente de la prosperidad material, el enemigo del ahorro, del ferrocarril y de la escuela”.Los que no sabían nadaEste sentimiento nacionalista desembocó también en sociedades secretas que querían expulsar a los católicos de EEUU. Cuando algún extraño les preguntaba sobre las ideas nativistas su respuesta solía ser “I know nothing”, o sea “no sé nada”, lo que dio lugar a que les llamaran específicamente así: los “know nothing”.La ideología de estas personas era populista, antielitista y conspiranoica, y les gustaba acusar a los ricos de favorecer la inmigración para conseguir mano de obra barata. Además indicaban que estos inmigrantes católicos delinquían más que los nativos americanos (recordemos que estos usan “nativos” como sinónimo del señor blanquito que llegó de Holanda a lo mejor hacía 50 años) y que la llegada de estas personas era un caballo de Troya del Papa para destruir Estados Unidos.Sus exigencias incluían exigir veinticinco años de residencia en EEUU para pedir la ciudadanía y que los cargos públicos se reservaran solo para los nativos de ese país (cosa que aún sucede para el presidente de los Estados Unidos). Se organizaron en la Order of the Star Spangled Banner, que era una organización semi secreta en la que juraban defender la nación frente al contubernio católico.1855 fue su año de máximo poder, ya que consiguieron el gobierno de siete estados y tenían en sus manos ciudades como Filadelfia, Boston o Chicago. Entre el Congreso y el Senado reunían a casi cincuenta representantes, pero también tuvieron un declive rápido.El declive de los know nothingLas elecciones presidenciales de 1856, que ganó el demócrata James Buchanan, fueron el comienzo del fin de los know nothing, debido a que el debate en las calles pasó a ser acerca de la esclavitud y menos acerca de la inmigración. El candidato del partido nativista, Millard Fillmore, quedó tercero en las urnas debido a que, como no estaba muy convencido del discurso, no convenció a mucha gente.Otra de las causas del declive de los know nothing fue que uno de sus hombres fuertes, Nathaniel Banks, cambió su partido político por los republicanos anti esclavistas y se llevó a dos tercios de los nativistas con él. Es cierto que siguieron existiendo pero fueron un fenómeno cada vez más residual.El mayor problema que tuvieron los nativistas era que hasta ese momento se definían solamente con su postura sobre un tema (la inmigración) y que al plantearse una realidad con múltiples facetas (la esclavitud sobre todas las demás) no fueron capaces de ponerse de acuerdo y se disgregaron en pequeñas facciones o se unieron a movimientos más definidos. De hecho, acabaron definiéndose en función de sus posiciones acerca de la esclavitud. Los pro-esclavitud se unieron al partido Demócrata mientras que los anti se integraron en las filas de los Republicanos.El final de la hambruna irlandesa, en 1849 también influyó en el descenso de la inmigración, que ya no se veía como un problema tan acuciante por parte de la sociedad.El legado de los know nothingLos know nothing fueron un precursor para algunos movimientos xenófobos en EEUU. De hecho son un claro precedente en algunas facetas del Ku Klux Klan, y en los últimos años del XIX los demócratas llamaban así a los republicanos para ganarse los votos de los alemanes.En las últimas elecciones americanas este término se le aplicó a Donald Trump en algunas ocasiones, sobre todo para referirse a su política de inmigración. A mí me parece todo un acierto porque no solo le están llamando intolerante con los extranjeros sino también ignorante. ¿No os parece un hallazgo maravilloso el término?Más información en la Enciclopedia Británica, Smithsonian.La foto la he sacado de la Wikipedia.
Has visto su logotipo en los contenedores amarillos de recogida selectiva de envases, pero no es una contrata municipal de recogida de basuras ni una unidad de la administración ambiental. Has visto su marca en campañas que hablan de compensar la contaminación y proteger el medio ambiente, pero no es una ONG naturalista ni una asociación ecologista. También has visto su marca en estudios sobre reciclaje de residuos pero no es una institución científica. Entonces… ¿Qué es Ecoembes?
Ching Yi en Twitter: Los de Marketing o Diseño de @CarrefourES habéis metido la gamba! Revisar bien los caracteres chinos que habéis puesto el de pollo, "gamba"
La realidad es que los productos típicos en el mundo de la tecnología se parecen bastante, nos encontramos con que hay muchos puntos en común entre las cosas que funcionan y pocos se desmarcan de ese sendero para buscar la originalidad, mejorar la funcionalidad en base al diseño.