#133 Una de las cosas más divertidas de hablar con creyentes es que te encuentras joyas como esta:
El mensaje de César se propagó en círculos reducidos e intelectuales. El de Jesús llegó hasta el último rincón del Imperio.
La fama de César, de su familia, de sus descendientes, de sus seguidores y de sus críticos (te recuerdo que fue asesinado por un complot de algunos de los romanos más influyentes; no todos los textos que tenemos sobre él tratan precisamente de ensalzar su honor) excedía los límites de la República de Roma mientras él aún estaba vivo. De sus campañas, alianzas, discursos, obras escritas, reformas políticas y de las fiestas que sufragó hablan todos los historiadores romanos contemporáneos y muchos extranjeros. Fundó ciudades, se acuñaron monedas con su efigie, se compusieron obras en su honor y en su contra. ¡Está datado cuándo y cómo se le puso su nombre a un mes! Existen pocas figuras históricas de su período de las cueles existe más información.
Cuando César fue asesinado, era el hombre más famoso e influyente de Occidente. Sin embargo, para ti, su existencia es menos segura que la de Jesús. No igual, qué va: menos todavía. A Jesús, si es que existió, sólo le conocían los cuatro muertos de hambre de su secta, como es perfectamente normal. La fama de Cristo fue creciendo, a partir de ese grupo muy reducido, a lo largo de los siglos. Sin embargo, leyéndote a ti, parece que Cristo era famoso en todo el Imperio Romano antes de morir, mientras que a César le conocían en su casa y poco más.
¡Y te atreves a hablar de argumentos científicos, de prejuicios y de ignorancia!
Eres muy adorable.
#132
Si te referías a la primera acepción, tienes toda la razón. Pero no es la habitual, por lo que se deduce del contexto en que está utilizada, de fuerte crítica a todo lo religioso, específicamente a todos los católicos.
Te ríes porque tus prejuicios te impiden ver la realidad. Efectivamente, la existencia de César está fuertemente acreditada. Pero la de Cristo también. Más aún. El mensaje de César se propagó en círculos reducidos e intelectuales. El de Jesús llegó hasta el último rincón del Imperio. Y luego más allá. También hay documentos, testimonios, restos arqueológicos... y una extensión tan descomunal y dispersa que lo hace menos manipulable que las opiniones de César, claramente escritas para honor y gloria propia. Los autores de los Evangelios, por el contrario, no hablan bien de sí mismos. Hablan bien de Jesús, pero no de los mismos apóstoles, lo cual aumenta su credibilidad.
Lo que te quiero decir es aciertas de plano cuando argumentas que la existencia de César, pero tus prejuicios antirreligiosos te hacen manifestar una profunda ignorancia de tipo CIENTÍFICO en lo que se refiere la existencia de Jesús.
A mí tu opinión no me produce carcajadas. No me parece correcto reírse de la ignorancia ajena, y menos aún cuando esta es celebrada a causa de los prejuicios. El sentimiento que me produce es más bien de pena.
Cito de tu comentario: Hay que ser un pelín tramposo para decir que no hay estudios sobre una cuestión concreta y, en la misma frase, decir que si los hay son irrelevantes. O existen, o no existen. Decir que no existen y que los que existen son irrelevantes es una contradicción flagrante
Te equivocas. Pueden existir estudios sobre una cuestión y estar tan mal justificados y realizados que no merezcan la pena ser tenidos en cuenta, salvo para manifestar que son irrelevantes.
Yo discrepo respecto a la utilidad de esta conversación. A mí me parece útil hablar contigo, aunque no estemos de acuerdo. Se supone que tú, siendo escéptico, deberías querer escuchar más y yo, siendo creyente, debería rechazar las opiniones de los no creyentes. Pero sucede justo lo contrario. Ya ves que estos temas están plagados de clichés.