El mundo puede seguir adelante sin Estados Unidos.
Hace 100 años, el Imperio Británico dominaba el comercio global, controlando más del 20% de la riqueza mundial. Muchos creían que su sol nunca se pondría.
Hace 200 años, Francia dominaba el escenario europeo; sus ejércitos eran temidos, su cultura envidiada. Napoleón se declaró inmortal.
Hace 400 años, la corona española reinaba desde Manila hasta México, con sus flotas de tesoros rebosantes de plata y seda. Los reyes creían que su gloria sería eterna.
Cada imperio se autoproclamó indispensable. Cada uno fue finalmente eclipsado.
El poder se desvanece, la influencia emigra y la legitimidad muere en el momento en que se asume en lugar de ganarse. Si Estados Unidos pierde el respeto del mundo, descubrirá lo que todo imperio caído aprendió demasiado tarde: