Cada vez que Vox escenifica su adhesión a la Internacional nacionalista provoca la zozobra de simpatizantes y afines, atrapados en una tormenta de paradojas. Anda el trumpismo patrio hecho un mar de dudas. Lógico: así, a simple vista, no parece muy patriótico ni de derechas aplaudir aranceles de represalia contra productos españoles; tampoco secundar –por activa o pasiva– la victoria de un ex coronel del KGB. Confundir la Rusia de Putin –una cleptocracia mafiosa– con el cumplimiento de las promesas de Fátima
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