El sábado en Wimbledon, Amanda Anisimova tardó 57 minutos en perder la final femenina, una dolorosa paliza de 6-0 y 6-0 a manos de Iga Swiątek. Le bastaron poco más de cinco minutos —y algunas lágrimas— para transformar su fracaso en algo totalmente diferente.
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Se puede vivir feliz en la derrota, por dolorosa que sea, mira Paolini, sin ir más lejos.
Tampoco sé si actualmente hay tratamientos legales (permitidos en controles antidopping) que atenúan o eliminan dicho inconveniente para las deportistas de élite.