La confrontación entre Israel e Irán no es una guerra localizada. A pesar de que los misiles caen en Tel Aviv y en Teherán, las ondas sísmicas del conflicto se sienten mucho más allá del Golfo Pérsico. Irán no es Libia, ni Siria, ni Irak. Es un país de casi 90 millones de habitantes, del tamaño de Europa Occidental, con una posición geoestratégica clave y alianzas firmes con potencias como China y Rusia. Hay líneas que, si se cruzan, no permiten retroceso. Si la guerra escala y se extiende, no habrá ganador. Sólo habrá ruinas.
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