"Tienes que salir de aquí cuanto antes", se dijo a sí misma Hannah Kreager. Era principios de abril y esta estadounidense transgénero de 22 años llevaba ya unos meses dándole vueltas a la idea de dejar atrás su país. Ante lo que activistas y organizaciones describen como un contexto crecientemente hostil para la comunidad LGBTQIA+, Kreager había empezado a tomar precauciones. Dejó de usar baños públicos y trató de evitar multitudes. También comenzó a acumular medicamentos para la terapia de reemplazo hormonal que seguía, por temor.
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