Las tías duras nunca se pusieron de perfil, nunca fueron templadas ni equidistantes. Pero Melody sólo habla el idioma del dinero: no transgrede, se limita a jugar a caballo ganador. No va a perder ni un duro por mentar a los niños asesinados en Gaza. Le duele el bolsillo y el ego más que el mundo: ahí no hay nada que rascar. Ahí no hay nada que me conmueva ni me interese. No tenemos nada que aprender de ella. Las folclóricas eran revolución. Melody es puro sistema.
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