Hay cosas en la vida que por evidentes se entienden perfectamente si no te preguntas porqué y no entiendes nada en cuanto te lo cuestionas. Esta realidad es causa y consecuencia del juego de diferencias en el que estamos inmersos por el lenguaje, juego del que podemos salir si somos capaces de alcanzar la unidad del concepto y de la realidad, somos capaces de alcanzar la "idea". ¿Cómo podemos hacer que el concepto en cuanto él mismo se determine a sí y a su realidad? Hay quien piensa que tal hazaña es posible porque asume que ese "juego de diferencias" no es una limitación del lenguaje si no lo que caracteriza a la realidad; realidad que podemos aprehender, con mucho sufrimiento, haciendo uso de nuestra conciencia natural. Para otros este tipo de discusiones es metafísica que no aporta nada; lo único que importa es acumular conocimiento útil. Estos, paradójicamente, cuando intentan explicar porqué es útil ese conocimiento o como obtenerlo o que tipo de conocimiento es ese son los que más metafísica desarrollan desde una filosofía espontanea, carente de sistema. Otros, porque el corazón tiene razones que la razón no entiende, dejan en manos de la intuición todo aquello que supera nuestra razón, asumiendo los valores estéticos como única vía para alcanzar ese conocimiento inaprensible. Aunque mediante el lenguaje nos posicionemos más o menos radicalmente en una de las posiciones descritas, en la mundanidad, en el día a día, podemos pasar de una situación a otra sin solución de continuidad.