Casi completamente de acuerdo contigo con lo que dices La incongruencia del ateo alegre" class="content-link" style="color: rgb(14, 170, 116)" data-toggle="popover" data-popover-type="link" data-popover-url="/tooltip/link/incongruencia-ateo-alegre">La incongruencia del ateo alegre, excepto en lo de maligno y en lo de horror.
Que la naturaleza es "malignamente inútil" es una expresión metafórica, por supuesto. Si hay algo Maligno o no, depende de la posible realidad trascendente que dé sustento a las propias leyes naturales (si es que hay algo de eso).
Pero aunque aceptemos, siguiendo a Hume y Kant, que no conocemos ni conoceremos jamás nada certero sobre la esencia de esta realidad (trascendente) en sí que sustenta al fenómeno (a lo físico) y sus leyes; todavía hay al menos ligeras pinceladas (inferenciales o intuitivas) que podemos intentar derivar sobre el posible Ente que otorga este sustento esencial.
Y esas pinceladas de "conocimiento" con las que podemos especular sobre la esencia del mundo en sí indican que quizás la metáfora anterior sobre la "malignidad" del fenómeno inmanente y sus leyes se ajustan también a la naturaleza esencial del mundo. Me explico:
Un hecho empírico constatable, y con lo me parece que estamos de acuerdo, es que el mundo físico se vale de cualquier medio (fenoménico) para sus "fines" naturales. Ajusta la estructura de su contenido material de mil formas y lo mueve todo de acuerdo a una mecánica (térmica) muy concreta para pretender maximizar en todo momento el aumento de entropía. Pero es tal su "vehemencia" que ¡incluso llega a dotar de razón y conciencia a un ser para maximizar el aumento entrópico (en ciertos lugares como nuestro planeta) aunque al mismo tiempo le debe programar evolutivamente en el cerebro a estos seres unos necesarios sesgos hacia el positivismo de modo que no se aniquile y para que prospere frente a todo sufrimiento y dolor! No me niegues que esto cuadra bastante bien con nuestro concepto de acto "maligno": aprovecharnos sin importar las consecuencias a toda costa de diferentes medios naturales (a pesar de generar dolor y sufrimiento) con el único propósito de satisfacer una necesidad personal.
Pero claro, tú afirmas:
no puedo considerar maligno algo que no se hace conscientemente.
Y es cierto que la naturaleza (el fenómeno y sus leyes) no parecen hacer nada conscientemente (a posta) sino que parece que todo fluye de manera ciega y espontánea. Que se siguen patrones y punto. Que la "inútil malignidad" observada en el mundo es como mucho una metáfora antropomorfa. Y no te lo niego, pero aquí viene la clave: con esta postura das por sentado que el sustento (la esencia en sí) del fenómeno no es diferente del propio fenómeno, o que si es un Algo distinto e independiente tampoco actúa conscientemente...¡pero de eso ya te he comentado que no podemos estar seguros! Puede ser cierto y puede ser falso. En metafísica: "Para toda tesis existe una antítesis igualmente válida" (Immanuel Kant).
Por lo tanto, amigo ateo, es de nuevo ese sesgo evolutivo del optimismo el que parece que te lleva a aventurar (tener fe en) que lo trascendente no existe o de que si existe es tan espontáneo e irracional como las leyes física del mundo inmanente al que tenemos acceso empírico. ¡Pero esto no tiene necesariamente que ser así! Es simplemente un cuento que tú te crees para poder sobrellevar mejor la existencia dentro de este absurdo y cruel mundo fenoménico y aún así poder afirmar con tranquilidad: "La vida no tiene sentido, pero eso no me produce ningún problema".
¡Pero qué gran problema tendrías si la metáfora de la "inútil malignidad" de la vida consciente se extendiese (ya sin entrecomillado al haber intencionalidad) a la realidad trascendente!
De hecho, como te comenté arriba, aunque imposible de conocer, sí que podemos intentar aprehender (especular) "algo" sobre esa Verdad esencial mediante la introspección (inferencial o intuitiva) del propio fenómeno inmanente. Esta postura la tomaron muchos filósofos posteriores a Kant (como Schopenhauer y Mainländer, por poner unos ejemplos), y aunque a muchos se le fue la mano llegando a afirmar conocimiento donde sólo puede haber cierta especulación instintiva, la cosa es que viendo el modo en que el universo se comporta podemos sacar ciertas "conclusiones" sobre el sustento de la realidad:
Como ya he repetido en varias ocasiones, cuando uno mira el fenómeno observa vehemencia por devorar gradientes energéticos a TODA COSTA. Observamos un impetuoso y apasionado "deseo" por aumentar la entropía global "sacrificando" siempre en el tiempo lo múltiple (simples medios materiales desechables y caducos, para poder seguir "jugando" con sus componentes químicos como si fueran piezas de Lego). Y también vemos como incluso llega al punto de "construir" evolutivamente en ciertos lugares (planetas) seres conscientes (máquinas supereficientes) a las que esclavizar (sistema neuroendocrino mediante) programadas a priori desde la propia fecundación con un deseo insoslayable por sobrevivir, consumir, y replicarse; y "hackeadas" mentalmente además para tener siempre pensamientos racionales positivos y felices sean cuales sean las circunstancias personales y de la especie como un todo (hay estudios que indican que tan "feliz" se siente un negrito del Congo como un americano obeso). Seres evolutivamente "trucados" para que se sobrepongan a cualquier adversidad, sufrimiento y dolor mientras trabajan cada segundo de sus vidas en pos de una absurda tarea termodinámica natural -que también acatan el resto de seres vivos (y no vivos).
Y ahora te digo yo: ¿quién puede asegurar que este "ímpetu" y esa "vehemencia" espontánea observada inmanentemente en el fenómeno (y sus leyes) por devorar gradientes y aumentar la entropía a toda costa no son una representación fenoménica del Verdadero temperamento del sustento trascendental (la cosa en sí) que origina y sustenta al mundo empírico al que tenemos acceso experimental?
Podría ser que esa "inútil malignidad" observada en el modo en que se comporta el mundo fuese una sombra representativa de la Verdadera naturaleza de la esencia trascendente. Y si ese fuera el caso, y nada impide que lo sea, entonces podríamos quitar el entrecomillado y aseverar que la existencia consciente es algo malignamente inútil y que, como mucho, nos podemos limitar a auto-engañarnos creyendo que no es el caso, que eso no puede ser verdad: y es que uno puede admitir el pensamiento positivo de un posible Dios padre amoroso como hacen los millones de seguidores religiosos, pero eso de que ese posible Dios sea un indeseable y egoísta Ente que roza el sadismo al sacrificar a su propia creación en favor de satisfacer ciertos inefables Deseos personales suyos, bueno, eso ya es harina de otro costal que únicamente pensadores de la talla de Schopenhauer pueden permitirse creer.
Y claro, también se puede negar la mayor y decir que no hay nada trascendente que todo es fenómeno; pero entonces acaba uno con una larga lista de preguntas sin respuesta: puesto que en realidad la ciencia -el estudio de la regularidad del fenómeno- es una herramienta descriptiva pero jamás explicativa, y si lo trascendente se niega se niega la metafísica, y desaparece así como premisa cualquier posibilidad de explicación existencial. Y esta postura sirve por supuesto para mantenernos positivos y felices mientras continuamos devorando energía sacrificando a nuestra prole en esta absurda tarea generación tras generación, pero siendo realistas, es una postura bastante cobarde y conformista (aunque buena estrategia evolutiva siguiendo el sesgo del optimismo, no hay duda).
Pero te animo a que reflexiones a que si compartes eso de que:
la física nos hace partícipes de un juego injusto e irracional, vacío de sentido y de propósito,
des el siguiente paso de replantearte al menos la posibilidad de que este hecho físico (fenoménico) irracional, podría ser en realidad una representación inmanente de un acto Maligno trascendental, de cuya naturaleza no podemos conocer nada a parte de que esa esencia parece preocuparse poco o nada por su creación, y de que más bien parece únicamente preocupada por algún tipo de Necesidad inefable de la que tampoco podemos comprender demasiado a parte de que su Satisfacción se refleja en este fenómeno inmanente nuestro lleno de sufrimiento y dolor innecesario en lo que respecta al propio hombre (al fenómeno en general) como sujeto.
Esta posibilidad está ahí y llevaría la "inútil malignidad" y el "horror" de la existencia consciente al grado de Maligna abominación (ya sin metáforas de por medio).
Y es que somos tan esclavos de nuestro origen evolutivo, y son tan fuertes los hilos naturales (instintivos) que nos mueven, que si hoy mismo apareciese un indiscutible mensaje en el cielo que dijese con enormes letras gigantescas y parpadeantes (dejando caer el velo que tapa lo trascendental): "Humanos míos, soy Dios y quiero que sepáis que estoy utilizando vuestro esfuerzo termodinámico simplemente para conseguir calentarme utilizando una Caldera trascendental que escapa a vuestra capacidad experimental y de comprensión"...probablemente poco cambiaría en el planeta: todos seguiríamos con nuestras vidas y continuaríamos (necesariamente "positivos y felices") trabajando para "calentar" con nuestro trabajo y dolor a ese indeseable y egoísta Dios.
Comentarios
Fé ciega. Tan ciega que si tuvieras la verdad delante no la verías. Tan ciega que si no la tuvieras delante pero la pudieras buscar mediante el raciocinio no la buscarias. Fé ciega como la herramienta mas perezosa de autoengano ante el abismo del llamado terror existencial. La duda no es una religión ni un sesgo cognitivo. No es una decisión estoica ni un negacionismo . Las creencias te dicen siéntate aquí para siempre. La duda te lleva de la mano para mirar un poco más cerca o te deja sentar a menudo sin cerrar nunca los ojos.
Por qué elegir la propia muerte ante la consciencia de crueldad o sin sentido del universo? La muerte prematura no sería más que otra manera perezosa de sentarse como lo es la fe ciega.
Nota: Por error este mismo comentario que ahora se presenta lo puse también en el primera parte de este artículo "La Incongruencia del Ateo Alegre", cuando debería haber sido aquí en la segunda parte "La Incongruencia del Ateo Alegre (II)". Lo vuelvo a poner aquí como comentario, ya que en este se hace referencia especialmente a esta segunda parte del artículo, citando incluso parte de este...
Aceptemos que el mayor mérito de la ciencia a la verdad fuera haber “objetivado la nada”, primero mediante el nihilismo puro de la matemática, capaz de reducir todo el ser a vacías y frías formulas , y luego mediante la física y química representada en esa segunda ley termodinámica, que ya nos augura ese inevitable colapso entrópico.
De la llegada a este “océano del desorden de lo mismo” algunos concluyen o como poco dan por cierta la posibilidad de que el “sino” de nuestra existencia nace perverso y tiende al mal: a la existencia de un inevitable final que hará desaparecer, no sólo a nosotros sino también a ese “todo cognoscible”, sea objeto, fenómeno o pensamiento, se le atribuye un sentido “del mal” (pues entienden que “lo bueno” debería ser un futuro diferente a este, y encuentran en que hayamos sido conscientes de este final una original maldición). Así la dirección de la segunda ley de la termodinámica, aquélla que apunta a la degradación de “la energía” se la adjetiviza como “maligna” y por tanto se dota al tiempo mismo de “un sentido maligno”. Que sea esto los designios de “lo trascendente”, que sea esto “la propia muerte de lo trascendente”, divide a aquellos que adjetivaron el tiempo de esa manera en diferentes “escuelas” del pesimismo: pesimismo teológico, pesimismo religioso son algunas de estas aproximaciones.
Hablemos así de los “Nuevos Cátaros”. Porque los viejos, allá por los siglos XI o XII creían en el “docetismo”: que no era posible que un Dios bueno (véase en esto lo “trascendente” de su pensamiento) hubiese tomado forma material, ya que todos los objetos materiales, culpables en última instancia de los actos malévolos, estaban contaminados por el pecado. Y si rechazaban así el “Nuevo Evangelio”, de igual manera lo hacían con el “Viejo”: creían que el Dios cristiano, que no es otra cosa que la forma de lo trascendente, era realmente el Diablo que había creado este mundo malvado: “vengativo”, “sangriento”, “sin misericordia”, “motivador de guerras”...
Si los originales Cátaros encontraban en la realidad material un mal del que no se podía escapar, los “Nuevos Cátaros” no hacen cosa muy distinta, tanto es así que de “una ley de la física” como la termodinámica, hacen sentido trascendente o divino: los designios de nuestro dios maligno resultan en arrebatar a nuestra vida misma el sentido (al menos “nuestro sentido”), encaminando todo lo conocido a la más absoluta entropía mientras nos hace cómplices y culpables de este hacer y final, como implacables “devoradores de gradientes” que somos y seremos (permítanme tomar esta descripción del artículo original). Y encima, como muestra de la más absoluta de las maldades, nos hacen conscientes de esto.
Y aquí este humilde que escribe quisiera preguntar a algún “Nuevo Cátaro”: ¿Y qué pasa con el alma?, porque si le exigimos al “ateo alegre” que acepte la posibilidad de una trascendencia maligna, si le pedimos aceptar como posibilidad la ”representación inmanente de un acto Maligno trascendental”, de igual manera deberíamos nosotros, los pesimistas, aceptar la posibilidad de la existencia de un alma trascendental, ¿y qué relación debe tener esta con lo físico y con las leyes de la termodinámica?, ¿acaso el alma debe seguir el mismo camino que la materia?... Y si por otro lado pensamos que el alma y todos esos misticismos trascendentales no son más que especulaciones que a algunos les sirven para buscar la salvación, ¿porqué el ateo debe aceptar la “trascendencia maligna” en este de devenir del tiempo y “la maldición de la semilla de la consciencia”?.
Si el “ateo alegre” es un inocente que decidió mirar para otro lado al descubrir el horror que la ciencia nos pone delante, debemos también afirmar que el “pesimista” será un incauto al haber apostado sus cartas a que el todo va de la mano de lo físico... Debemos entonces dotar de todo su sentido a esa frase de Zapffe cuando dice: “la mayor parte de la gente aprende a salvarse limitando artificialmente el contenido de su conciencia.”, pero mostrando toda la enorme magnitud de esa afirmación: que el “pesimista” no deja de haber escondido también en su adentro el mayor y más cierto de los espantos: qué el futuro es inalcanzable para nuestra consciencia, que ni el pesimismo ni el optimismo nos han sido permitidos. Este es el verdadero horror, vagar durante toda nuestra existencia sin ser capaces jamás de agarrarnos aunque fuera a un hilo de certeza. Pues al fin y al cabo, si supiéramos que “todo” se reducirá a un final entrópico alguno podría incluso disfrutar del pensar en ese maravilloso final:
“Es un momento inigualable. Un extinguirse lento y majestuoso, dulce y sin estremecimientos. Casi tan bello como un crepúsculo cantado en un viejo Lied [...]” (Sgalambro, “La conoscenza del peggio”, 2007).
Gracias...
Pero es el propio universo, en espacio y tiempo, el que se destruirá cuando todo lo consumible se acabe. Estamos hablando que el propio universo (concibelo como espacio y tiempo de la existencia) tiene un "nacimiento" y una "muerte" y se autoconsume a si mismo como lo hace cualquier ser vivo.
Con esta conclusión saco que sí la existencia de nuestro ser, como individuo y especie, es maligna todo lo que hay en el tambien lo debe ser pues aunque incoscientemente pertenece a un universo que se autodestruye.
Esta autodestrucción es propia de la vida, la consciente y la incosciente, y una propiedad inherente y perteneciente a absolutamente todos los seres del universo ( y el universo en si) no puede tener una descripcion de buena o mala. Simplemente es.
Lo maligno o bondadoso es fruto de la comparación y en este caso no existe nada que conozcamos que sea transcendental a la existencia por lo que no puede ser "inutil malignidad" sino forma parte de la existencia propia del todo.