Desde hace ya un tiempo vivo en la completa certidumbre de que todo aquello que define a un ser humano es producto de lo que ocurre en el interior de su cerebro, de su estructura básica inicial, de la modelación que en él producen los acontecimientos y experiencias que experimentamos a lo largo de nuestra vida, de los procesos que se llevan a cabo de forma automática.
Pensémoslo detenidamente.
El cerebro es un objeto formado por una serie de entidades (neuronas y otros tipos de células), que se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos y neurotransmisores que realizan un procesamiento que provoca un resultado. Esto que acabo de describir no difiere demasiado de la definición de un autómata finito, o lo que es lo mismo: una máquina o algoritmo que, dada una entrada y, pasando a través de una serie de estados, produce una salida.
Sin embargo, como ya demostró el condicionamiento clásico en humanos, el funcionamiento de un cerebro difiere del de un autómata, pues no es posible programarlo para que, antes las mismas entradas se produzcan siempre las mismas salidas.
Podríamos clasificar los problemas a los que se enfrenta la neurociencia a la hora de desentrañar el funcionamiento del cerebro humano en dos: el problema fácil (o soft problem), que engloba todas aquellas funciones que se pueden asociar de una forma más o menos clara a un proceso en concreto (y que se acercan, por lo tanto, al funcionamiento de un autómata) como podría ser la integración de información y el problema difícil (o hard problem) o, dicho de otra manera, la explicación de la consciencia humana.
En muchas obras de ficción con presencia de robots que han alcanzado la consciencia humana, se suele resolver este problema mediante cajas azules o cerebros de positrones, pero lo cierto es que, dentro de nuestro cerebro no hay ni lo uno ni lo otro, "tan solo" carne.
Es decir, que por necesidad, la consciencia tiene que ser resultado de estos procesos que explicaba al principio, pues el cerebro es un objeto físico y, como tal, no puede escapar de las leyes físicas ni químicas (que no son más que un subconjunto de las leyes físicas).
Entonces, si el cerebro es un objeto físico y todo lo que tiene lugar en él puede ser medido y cuantificado, ¿existe el libre albedrio? ¿O es una simple ilusión? ¿Es resultado de procesos internos, de niveles de elementos químicos, de disparadores sobre los que no tenemos ningún control?
En algunas noches en vela, cuando el sueño es imposible y la ansiedad me visita sin remedio, estas preguntas me asaltan una y otra vez. Porque esa falta de control sobre lo que me está ocurriendo en ese momento, me hace preguntarme si, en realidad, tendré algún control sobre todo lo demás.
Sea como fuere, que nadie espere respuestas a estas cuestiones en los próximos años. Al fin y al cabo, el cerebro es el primer objeto de todos los que conocemos, que se está intentando estudiar a sí mismo.
Comentarios
#0 he dejado aquí un artículo (bueno, en realidad es un brevísimo extracto de una conferencia de Freixa algo más que editado) relacionado con esto que escribes, y aunque sé que autocitarse no es muy elegante, como parece que te gustan estos asuntos te dejo aquí el enlace por si quieres echarle un ojo:
Los peligros de la palabra "ser" (I): el chiste del sargento
Gracias y disculpa si eso...
#5 no me pidas disculpas! Soy totalmente neófito en el tema y cualquier cosa que me pase para aprender, lo agradeceré mucho!
No somos máquinas, las máquinas son una extensión de nuestro cerebro/cuerpo, temeroso de desaparecer. Temeroso pues se considera un yo independiente, fijo y personal, cuando la realidad es que no es más que instinto de supervivencia y existencia, y ese instinto nuevamente no es más que una manifestación de estrategias repetidas de intentar perpetuarse que tiene la propia materia a su nivel más elemental.
Si observas atentamente veras que todo es un concepto, desde un objeto a el propio yo.
El ignorante tiene miedo pues se ve a si mismo y a los demás y demás cosas como conceptos , personal, fijo, eterno, inmutable y sufre por ello.
El sabio ve relación, ve cambio, ve que no hay ni eternidad ni infinito, ve impersonalidad, y al comprenderlo se libera de condicionamientos y es libre.
Vivir hoy en día "en la completa certidumbre de que todo aquello que define a un ser humano es producto de lo que ocurre en el interior de su cerebro" resulta equiparable a lo que lo que vivía un ser humano de la Edad Media que tenía la completa certidumbre de que todas las respuestas estaban en la Biblia. El contenido ha cambiado mucho (de la Biblia al Cerebro) pero la estructura cognitiva es la misma: una certidumbre que cierra compuertas, estrecha el horizonte y usualmente alimenta posiciones arrogantes y dogmáticas. Frente a ello la vacuna es una posición socrática, saber que no sabemos y que todo es provisional, que la única certeza es que no hay certezas completas.
#0 Yo sin embargo cada vez tengo más dudas de la existencia de eso que desde Descartes se llamó "mente", y no encuentro una explicación a esta supuesta actividad mental sin caer en alguna especie de creacionismo: ni siquiera las teorías emergentistas me parece que se libren de esto.
Pero bueno, el problema "mente/cuerpo" es un clásico en la filosofía y me temo que pco vamos a resolver... aunque las charlas sobre este asunto siempre son divertidas.
Es fácil comprobarlo desarmando un cerebro y luego volviéndolo a armar. Pero hay que tener mucho cuidado de que no sobre ninguna pieza.