Las estrellas salpican el firmamento de forma caótica y la humanidad, desde tiempos inmemoriales, ha jugado a dibujar sobre ellas distintas figuras. Donde los griegos intuyeron una gran osa, los egipcios adivinaron un toro. Los tuaregs, un camello. Los navajos plasmaron en este rincón del firmamento al primer hombre, su Adán particular. Los esquimales dibujaron la figura de un reno y los incas, creyeron ver en estas siete estrellas la figura de su fundador.
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