Madrid, marzo de 2020. Había tosido dos veces esa mañana. Dos toses secas, casi tímidas, pero suficientes para que su pecho se encogiera de miedo. Porque toser significaba que vendrían. Y si venían, lo llevarían abajo. Al sótano. A la habitación de aislamiento definitivo, donde los ancianos entraban y nunca volvían a subir.
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Así fueron abandonados a su suerte esperando el doloroso final,sin la más mínima esperanza de poder salvar su vida.
A esa jungla que Joseph Conrad llamaba el corazón de las tinieblas es a donde nos quieren conducir algunos, creyendo ingenuamente que es la senda del poder y la riqueza.
Hala, te lo he arreglado. Que lo repetis cada minuto.
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De verdad que hay que estar tarado para hablar así.
Da igual cuando leas esto.
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Vayanse a la mierda (cf. Labordeta 2003)