El amoniaco actúa como quita grasas o desengrasante, por lo que es perfecto para aplicarlo en zonas como cocinas, baños, cristales, suelos, e incluso, en tejido porque no decolora y ayuda a quitar manchas incrustadas de la ropa. El amoníaco en cambio no desinfecta, la lejía sí. La combinación de amoníaco y lejía es muy peligrosa y perjudicial para la salud porque se produce un gas nocivo llamado cloramina, que al inhalarlo puede ser tóxico y potencialmente mortal.