El libro también expone la complicidad del capital estadounidense, un tema que a menudo se pasa por alto en las narrativas históricas dominantes. Compañías como Ford, General Motors, IBM y Standard Oil mantuvieron operaciones lucrativas en Alemania a través de sus filiales, suministrando vehículos, tecnología y combustible esenciales para la máquina de guerra nazi. Pauwels argumenta que esta colaboración no fue un accidente, sino una decisión calculada: el fascismo ofrecía un entorno favorable para los negocios, y las corporaciones...
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