Ya se ha dicho en otras ocasiones que Murcia muere cuando llega la noche. Al salir la gente de los teatros se encuentra la población en una semioscuridad y con los cafés y círculos cerrados a cal y canto; el vecindario, más que deprisa, se marcha a casa buscando el confortador sueño que ha de dar descanso al cuerpo. […] Murcia necesita vivir de noche. Su cultura le autoriza a codearse, en estos aspectos de la vida urbana, con esas grandes urbes que cuando empieza la luz artificial comienzan a descansar de la tarea diaria.
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