Las sucesivas leyes de regulación del alquiler han generado un clima de incertidumbre. Cambios normativos continuos, ambigüedad en la definición de “alquiler habitual”, restricciones de precios desvinculadas de los costes reales y un marco sancionador cada vez más severo han colocado a miles de propietarios en una posición de vulnerabilidad. El mensaje implícito es claro: alquilar es un riesgo.