La inspiración, sea eso lo que sea, es un concepto como mínimo escurridizo. Jacinto Benavente nos decía: “para que se le ocurra a uno algo bueno cuando menos lo piensa, es porque antes ha pensado mucho en ello”.
Técnicamente se usa la memoria de experiencias vividas, almacenadas y clasificadas en la mente; un cúmulo de imágenes, olores, palabras, discusiones, emociones, sentimientos, etc. Esos recuerdos archivados en nuestro peculiar disco duro son parte de la clave de la creación, pero lo importante (en mi humilde opinión) no es exactamente lo que pasó realmente sino la lectura que podemos hacer de ese recuerdo. No es una memoria directa, por eso algunos teóricos definen la imaginación como la interpretación que hacemos de nuestros recuerdos. Nuestra mente suele falsear los recuerdos en casi todas las ocasiones, porque por razones diversas se tiende a fantasear con lo sucedido, y si además añadimos las percepciones de cada persona la cosa de complica más aún. Es lo típico de preguntar a tres testigos cómo era el ladrón que vieron correr por la calle. Uno dirá que era alto y de pelo negro, otro castaño y de estatura media, otro dirá que cojeaba de la pierna derecha. Se han dado casos de enseñar imágenes de cámaras de vigilancia y que algún testigo dijera que no era esa persona, que las imágenes estaban trucadas. Con esto, quiero decir que nuestros recuerdos son, en cierta medida, defectuosos y que siempre entra la imaginación en el proceso de recuperar algunas informaciones.
Suspensión de la incredulidad.
Es muy importante entender bien lo que significa la “suspensión de la incredulidad”. Pero bien. En las primeras páginas de la novela no sólo estamos presentando personajes y conflictos, estamos firmando un “contrato virtual” con el lector. En este relato hay magia medieval y espadas y dragones. En este otro relato de espías hay mecanismos curiosos de espionaje y muchas intrigas palaciegas. En este otro relato la historia gira sobre combatientes de la IGM de un modo realista. Todo esto es un filtrado imaginativo de recuerdos, mezclado con datos enciclopédicos (en caso de que hagan falta). No conozco a ningún espía, así que me lo tengo que inventar con lo que he leído, PERO le puedo dar la personalidad de tía Enriqueta, del vecino ruidoso del segundo o de un profesor mío de Karate. Por eso la imaginación es combinar de algún modo recuerdos, podemos incluso ponerle la apariencia física del profe de Karate, la personalidad de la tía Enriqueta y la característica social del vecino ruidoso.
En el caso primero puede que el lector no quiera leer sobre magia magia medieval y espadas y dragones, deja el libro a las pocas páginas y punto. Pero si le gusta el planteamiento y se firma ese “contrato” entre autor y lector, no se puede traicionar el contrato y debe seguir unas ciertas reglas o arquetipos de esas historias. Todo se puede doblar, modificar, pero NO traicionar.
Conflicto.
El enfrentamiento entre fuerzas y personajes, las fuerzas pueden ser externas o internas. Las externas pueden ser un tornado, la voluntad de otro personaje o internas como dudas personales, miedos, incertidumbres. El núcleo de todo esto: el drama. Sin conflictos, sin acciones, no hay drama. Los seres humanos (y los personajes) se desarrollan a partir de antagonismos y contradicciones, es lo que podríamos llamar el espejo de su vida en relación con la de los demás, con el mundo que le rodea y consigo mismo. Se dice que a la hora de crear nuestros personajes deben estar siempre enfrentados al conflicto o conflictos planteados. Un conflicto puede incluir humano vs humano, humano vs fuerzas de la naturaleza y humano vs él mismo.
Como siempre, saltarse las reglas es importante pero siempre digo lo mismo, hay que conocerlas muy bien para saltarlas con elegancia e ingenio.
Básicamente hay tres puntos muy sencillos que si se siguen el lector podrá entender lo que quiere expresar el autor o autores.
Presentación del conflicto. Desarrollo del conflicto. Resolución del conflicto.