Tradicionalmente, la denominada cultura popular ha sido utilizada por la clases dominantes para que el vulgo se entretenga un poco y se desahogue. Y de paso, aprovechando que están todos juntitos, alegres y distraídos, se les inculca, como quién no quiere la cosa, consignas de índole político y/o religioso, con el objetivo de cohesionar al populacho y dirigirlo a su antojo.
La misma que en la época de Jesús Gil parece: putas, ladrillo y contratos públicos. La novedad de hoy son las tramas internacionales dignas de serie de narcos.