En una tarde de julio de 1575, la reina Isabel I, de 41 años, llegó al castillo de Kenilworth, en Warwickshire, Reino Unido, en la que sería su última y más larga visita. Le había regalado el castillo a Robert Dudley en 1563 y le había concedido el título de conde de Leicester al año siguiente. Dudley era un gran favorito de la reina y se cree que fue su amigo de la infancia. La naturaleza exacta de su estrecha relación fue objeto de muchos chismes. Antes de la llegada de la reina, Dudley había reformado a fondo el magnífico castillo.
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