«Considerando, con asombrosa lucidez, la inutilidad de las combinaciones hasta este momento elaboradas por cerebros vacíos con el fin de atenuar la miseria; inquebrantablemente convencido, además, de la utilidad de los pobres, creyó tener algo mejor por hacer que emplear en el alivio de ese rebaño los recursos financieros o intelectuales de que disponía.
En consecuencia, resolvió aplicar los últimos resplandores de su genio al consuelo de los millonarios.
–¿Quién piensa –decía– en los dolores de los ricos? Acaso sólo yo, con el divino Bourget, por quien mi clientela delira. Como ellos cumplen su misión, que consiste en divertirse para hacer que el comercio progrese, con demasiada facilidad se los supone felices, y se olvida que tienen corazón. Se ostenta la jactancia de oponerles las groseras tribulaciones de los indigentes, quienes tienen el deber de sufrirlas después de todo, como si los andrajos y la falta de comida pudiesen ser comparados con la angustia de morir. Porque tal es la ley. Sólo se muere de verdad a condición de poseer. Es indispensable tener capitales para entregar el alma, y esto es lo que no se quiere entender. La muerte sólo es separarse del Dinero. Aquellos que no lo poseen, no tienen vida, y en consecuencia no pueden morir de verdad».
León Bloy, Cuentos descorteses
Comentarios
#0 muy bueno, que ácido, no lo conocía
#2 De nada, hombre.
Que lo disfrutes.
La mala baba de Bloy es antológica. Borges dijo que nadie había cultivado el humor negro con la eficacia y riqueza verbal del francés. En el cuento al que pertenece este fragmento (La dernière cuite) retrata la moral burguesa en su vertiente más despreciable, y cómo acaba volviéndose contra el despreocupado patriarca familiar.
Muy recomendables estos Cuentos descorteses. Especialmente el relato "Los cautivos de Longjumeau", donde Bloy se adelanta al absurdo de Kafka (y al de "El Ángel exterminador" de Buñuel).
#1
Es buenísimo. Conocía al autor de oídas, pero ahora me veo en la obligación de leerlo.
Gracias
meneado en algun momento aqui mismo;
"No era necesario saber mucho de ellos. Mientras continuaran trabajando y teniendo hijos, sus demás actividades carecían de mportancia. Dejándoles en libertad como ganado suelto en la pampa de la Argentina, tenían un estilo de vida que parecía serles natural"
"El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era dificil mantenerlos a raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos; pero no se intentaba adoctrinarlos con la ideología del Partido. No era deseable que los proles tuvieran sentimientos políticos intensos. Todo lo que se les pedía era un patriotismo primitivo al que se recurría en caso de necesidad para que trabajaran horas extraordinarias o aceptaran raciones más pequeñas."
1984.