En España no tenemos demasiados problemas a la hora de denunciar el drama humanitario en la frontera entre EEUU y México. Tampoco nos importa señalar abusos como la rodilla de un policía asfixiando a un tipo –I can’t breath– en plena acera en Minneapolis. La cosa cambia, y mucho, cuando la valla es de Melilla y el asfixiado a manos de un poli muere en Torrejón.
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